Lo que el público no ve de los grandes espectáculos como El Circo de los Horrores

  • Detrás de un gran 'show' siempre hay un importante equipo de personas que deben trabajar en perfecta sincronía para que no haya contratiempos.
  • '20minutos.es' ha estado tras el escenario durante una función de 'Manicomio' del Circo de los Horrores, para ver cómo funciona el 'backstage'.
Nosferatu, el protagonista de 'Manicomio', un show de El Circo de los Horrores.
Nosferatu, el protagonista de 'Manicomio', un show de El Circo de los Horrores.
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Nosferatu, el protagonista de 'Manicomio', un show de El Circo de los Horrores.

Que el espectador se abstraiga, que piense sólo en el espectáculo y que se sumerja en el ambiente que éste pretende crear: ése es el objetivo de cualquier show. Sin embargo, la atención del espectador, su ensoñación, pende de un hilo, el hilo que ata todos los elementos y a todos los profesionales que hacen que un espectáculo comience y acabe sin fallos que pierdan al espectador.

Y cuanto más grande es el espectáculo más elementos contiene y en consecuencia, más cosas que pueden fallar. Sin embargo, no es algo que suela ocurrir, por el rodaje al que se someten este tipo de montajes y por la profesionalidad de sus integrantes.

20minutos.es ha sido testigo de una de las funciones de Manicomio, el nuevo espectáculo de El circo de los Horrores, un montaje que aúna disciplinas del circo contemporáneo con pinceladas de cabaret, monólogo y teatro de vanguardia.

Manicomio requiere de 50 personas trabajando perfectamente sincronizadas en cada función, de las cuales 37 son artistas que tendrán que salir y entrar del escenario, con muy diversos números.

Hay que tener en cuenta que detrás de cada número hay varios artistas, que son avisados de su salida por una regidora, la verdadera maestra de ceremonias del espectáculo, que controla que todo vaya puntual, que los detalles técnicos (colocación de las luces, orden de los números, entrada de público, vestuario, utilería...) sean los correctos y que todo vaya según lo previsto. No hay ni un segundo de descanso, no debe haber parones.

Para hacerse idea de la complejidad de un espectáculo que dura dos horas y media, hay que tener en cuenta que cada artista requiere una iluminación diferente y estar coordinado con su música o sus sonidos, además de los efectos especiales dependiendo del número.

No sólo eso: el artista debe llevar su atrezo, que siempre debe estar colocado en el mismo lugar y de la misma forma para que no haya errores. Y además, debe salir vestido conforme a sus necesidades. En muchos casos, un mismo actor deberá cambiarse varias veces durante el show, para lo que también deberá tener localizado su vestuario.

El Circo de los Horrores intenta trasladar al espectador a un antiguo manicomio del siglo XVIII, tenebroso y aparentemente olvidado en las que participan "terribles acróbatas, excéntricos malabaristas, inestables enfermeras sensuales, ilusionistas chiflados, entumecidos trapecistas, monologuistas con alteraciones de la realidad, payasos degenerados, sonámbulas colgadas y equilibristas exhibicionistas".

Aunque en un espectáculo llamado Manicomio todo parezca caótico, en realidad es una maquinaria bien engrasada, que se fundamenta en que cada trabajador sabe lo que tiene que hacer y cuándo lo tiene que hacer, siempre con la vieja premisa del mundillo: el espectáculo debe continuar.

El protagonista de Manicomio es un peculiar Nosferatu, para el que se hace una fiel réplica del original, que tiene detrás entre una y dos horas de maquillaje y un vestuario plagado de prótesis (orejas, dientes, nariz, lentillas, alzas) y trucos escénicos que buscan dar credibilidad y

e impacto visual.

Suso Silva da vida a Nosferatu y es además el creador y director artístico del show. El actor explica que "la magia empieza mucho antes de salir al escenario, empieza cuando el público se acerca a las taquillas, en ese momento empieza el show, cuando piden la entrada para el manicomio".

Las anécdotas que pueden ocurrir durante un show son infinitas, pero nunca deben ser advertidas para el espectador. Las más comunes son las que obligan a un actor a sustituir a otro y las que se derivan de la interacción de los artistas con el público, cuya reacción es siempre imprevisible.

"Me encanta romper la norma, interactuar con el público, que sienta no sólo lo visual, sino sensaciones, miedo, tristeza, alegría, coña...", explica Suso Silva.

Normas del 'backstage'

Tras el escenario, que reproduce una pista de circo, pero que se prolonga también por las gradas y entre el público, hay unas normas muy precisas que deben seguir todos los artistas para que todo salga bien. El backstage, las bambalinas, es un lugar oscuro y más o menos angosto, por el que deben pasar no sólo actores, sino aparatos y estructuras y siempre a gran velocidad y a oscuras. Por eso nadie debe permanecer en ese espacio.

Un diorama colocado justo detrás de la entrada del escenario impide que los espectadores vean qué hay detrás y permite a los miembros del espectáculo pasar de un lado al otro sin ser vistos. Sólo los artistas con números físicos pueden estar en el back stage, un lugar donde pueden calentar justo antes de su número. Sin embargo, aunque nadie pueda pararse allí la entrada al escenario es un hervidero de artistas que salen y se cruzan con los que entran, de aparatos que se montan y se desmontan para ser colocados.

Tan sólo unos pocos metros donde los actores bajan la cabeza, dejan la mente en blanco y salen a seducir al público.

Manicomio se representa ahora en Madrid, hasta el 6 de enero, para salir después de gira por España.

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