Carrillo, el compromiso de un político de otro siglo que fue clave para la reconciliación

El comunista Santiago Carrillo durante un mitin electoral en 1991.
El comunista Santiago Carrillo durante un mitin electoral en 1991.
GTRES
El comunista Santiago Carrillo durante un mitin electoral en 1991.

Hay personajes que por su ímpetu político, un destino histórico favorable o la feliz casualidad de una existencia longeva son capaces de sintetizar el siglo que les tocó vivir, con sus luces y sus sombras a cuestas. Santiago Carrillo, histórico dirigente del Partido Comunista Español (PCE), fallecido este martes a los 97 años, es uno de los políticos que mejor condensa lo que fue el siglo XX español: de la lucha contra el franquismo a la defensa de la incipiente democracia, de los horrores del estalinismo y las tensiones de la guerra fría a la savia nueva del eurocomunismo.

"Hoy, este país no se parece para nada al de 1936". Así se expresaba Carillo en 2006, en una entrevista de las muchas que en los últimos años concedió a diestro y siniestro, entre achaque y achaque de una mala salud de hierro. Retirado ya de la vida política, aunque no de los debates que preocupaban a la opinión pública, Carrillo seguía exhibiendo un verbo lúcido (y un eterno cigarrillo humeante en la boca) para defender aquello en lo que siempre había creído. Un fiel practicante de la virtud redentora del compromiso en política. Hasta el final.

Perseguido por la sombra de su participación en la Guerra Civil española, en la que combatió junto al bando republicano cuando apenas era un joven dirigente, Carrillo fue un protagonista fundamental de la transición española, como antes lo había sido de la lucha antifranquista, monopolizada en gran parte por el partido que él dirigió durante varias décadas con puño de acero: los duros años del exilio, los enfrentamientos con la ortodoxia soviética y las nuevas alianzas de izquierda europea.

Carrillo, al igual que otros dirigentes comunistas europeos, como Enrico Berlinguer en Italia, se vio en la necesidad de dulcificar su discurso ideológico, de llevar a cabo una reconversión posibilista que adecuara la realidad de un continente alejado ya de la dicotomía del fascismo y el comunismo con la legítima lucha política en defensa de los ideales marxistas.

Idolatrado y denostado dentro de las propias filas del PCE –fue el responsable último de la sonada expulsión del escritor Jorge Semprún del partido en la década de los sesenta–, y respetado o temido por sus adversarios , Carrillo, a través de lo que él denominaba "ruptura pactada", facilitó el aterrizaje suave en una democracia que, si bien siempre consideró imperfecta, la asumió como el mal menor tras una lucha de años, moralmente convencido de que los españoles se merecían la reconciliación.

La lucidez, objetiva, de los análisis de Carrillo sobre lo que España necesitaba en cada momento histórico, contrastan con la elección de compañeros de viaje siniestros, como el dictador rumano Ceaucescu o  Kim Il-sung, primer dictador de Corea del Norte, país que visitó en varias ocasiones –como él mismo recuerda en su gruesa y puntillosa autobiografía, varias veces reescrita a lo largo de sus últimos años– y del que solo acertó a decir bondades.

Además, su antiamericanismo último, pasional antes que meditado, respondía más a las coordenadas del viejo mundo bipolar que a las nuevas amenazas del nuevo orden tras la caída del bloque comunista en el Este.

Memoria gráfica de varias generaciones

Carrillo, pese a su edad, pese a ser un hombre de otro siglo, con unas coordenadas políticas hoy quizá ya obsoletas, era un personaje público reconocido, respetado y, por supuesto, controvertido (él nunca rechazó el combate a cuerpo por las ideas, algo que casi todos los que le trataron en vida, incluso sus enemigos, le reconocen).

Deja para la memoria gráfica del siglo varias imágenes icónicas: la del dirigente clandestino disfrazado con una peluca que burlaba la aduana para entrar en un país en vilo o la del diputado valiente que no se doblegó –el único junto a Adolfo Suárez y Gutierrez Mellado– ante los disparos de los golpistas el 23-F. Casi 100 años de vida. Dos parpadeos.

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