El barrio más nuevo, nacido de las minas

La última zona residencial de Bilbao teje su futuro. Sus tres años de vida constatan el contraste social de la parte de arriba y la de abajo
El horno de la parte baja de Miribilla sobresale en el barrio más joven de Bilbao. Begoña Fernández
El horno de la parte baja de Miribilla sobresale en el barrio más joven de Bilbao. Begoña Fernández
El horno de la parte baja de Miribilla sobresale en el barrio más joven de Bilbao. Begoña Fernández
Dos chicas empujan los cochecitos de bebé por Jardines de Gernika, la avenida principal de Miribilla, un nuevo barrio, en otros tiempos dominado por las minas. Junto a ellas, un letrero anuncia el alquiler de lonjas. La descripción refleja la realidad un barrio en el que todo es nuevo. Desde sus vecinos –las embarazadas y los niños abundan– hasta sus viviendas y escasos comercios. «Aquí no hay nada más que bares y bancos», resume Marta, la panadera. Y es cierto: la mayoría de las lonjas están vacías y faltan carnicerías, pescaderías...

«Hay poca vida; pero poco a poco este barrio va haciéndose mayor», comenta Judith, la camarera de uno de los bares. Gran parte del barrio es todavía un proyecto: la iglesia, la estación de tren, ya en construcción, un polideportivo...

También falta gente. De las 5.000 viviendas construidas –se empezaron a entregar en 2003–, poco más de la mitad están ocupadas. No es para menos. El precio se ha disparado. «La gente está muy endeudada; los pisos, a 80 millones», dice otra vecina.

Cuentan que a Miguel de Unamuno le gustaba otear el botxo desde ese monte, horadado por las minas de San Luis, Abandonada y Malaespera. Hoy no queda nada de aquellas galerías. Tan sólo una antigua chimenea recuerda la actividad minera de otra época. Es la parte de abajo, próxima a Bilbao La Vieja.

Aquí no hay comercios, y los edificios, aunque nuevos, tienen otra calidad. Es la otra cara del barrio, donde realojaron a muchos de los vecinos de Bilbao La Vieja. «A partir de las ocho de la tarde nadie tiene valor para estar en la calle», dice Iñaki, que, a sus 68 años, recuerda a su padre, como administrador de las casas de las mineros de Miribilla.

En la misma chimenea de la Mina San Luis unos cartones y algunas mantas, cuando no alguna jeringuilla, delatan otra realidad, el contraste entre uno y otro Miribilla...

SUS VECINOS

Alejandro. Le gusta pasear con su perro.

«Vivo un poco más abajo, pero paseo por estos jardines casi todos los días. Se respira tranquilidad y la zona ha quedado muy bonita. Los edificios y jardines están muy logrados. Claro, como el barrio tiene poco tiempo, pues no tiene mucha vida, pero a los que sacamos el perro nos gusta. Es un barrio de mucho nivel. Si las cafeterías que han puesto estuvieran en la Gran Vía, serían de lujo. La pena es lo de abajo, por la inseguridad del barrio. La gente no se atreve a bajar; ni siquiera a llevar a sus hijos al colegio de Miribillla».

Marta. Una de las muchas madres con niños pequeños.

«El barrio está muy bien, pero tiene bastantes deficiencias. Vivo aquí desde hace tres meses y se ve que le faltan muchas cosas.

Sólo hay dos líneas de autobús y las dos pasan por la plaza Circular. Falta transporte. Los parques están muy bien, pero no hay sombra. No se puede estar con los niños en los parques y los árboles son muy pequeños. El aparcamiento también está muy mal; por la tarde es imposible aparcar. También hecho en falta algunos comercios. Han puesto un supermercado, pero no hay fruterías, pescaderías o carnicerías».

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