Los coches mal aparcados atascan los buses en Vallecas y Carabanchel

  • Una treintena de líneas de EMT sufren retrasos constantes por culpa de vehículos en doble fila o en carriles-bus.
  • Viajeros y chóferes piden más vigilancia del estacionamiento en la periferia.
Un autobús de la línea 24 (Atocha-El Pozo), entrando con dificultad en la estrecha calle Eduardo Requenas (Puente de Vallecas).
Un autobús de la línea 24 (Atocha-El Pozo), entrando con dificultad en la estrecha calle Eduardo Requenas (Puente de Vallecas).
JORGE PARÍS
Un autobús de la línea 24 (Atocha-El Pozo), entrando con dificultad en la estrecha calle Eduardo Requenas (Puente de Vallecas).

Un simple conductor, con su vehículo mal aparcado en una esquina, puede dejar atrapados a los 100 viajeros de un autobús. Dejar el coche dos minutos en doble fila puede parecer inofensivo. Pero si viene un autobús detrás, el lío de tráfico está prácticamente asegurado. Por no hablar de los vehículos que estacionan sobre carriles-bus o en las marquesinas.

Estas situaciones se repiten a diario en al menos 27 líneas de la EMT (el 15,8% de los 171 itinerarios diurnos que componen la red), según los datos aportados por colectivos de conductores y de viajeros. La EMT tiene un listado oficial de puntos negros, pero rechaza hacerlo público. Aun así, la empresa confirma que "el incivismo de algunos conductores da problemas al servicio".

Los itinerarios más afectados son los que atraviesan los distritos de la periferia. Allí se combina la estrechez de las calles con una menor presión policial contra el aparcamiento ilegal. "Aprovechan cualquier lugar para estacionar sin preocuparse del autobús", explica el secretario general de UGT en la EMT, Juan José Castañeda. "En el centro tenemos orden de tratar con mano dura la doble fila; pero en el exterior de la M-30 es otra historia", añaden fuentes de los agentes de Movilidad.

Comercios y callejuelas

La línea 24 queda atrapada con frecuencia al pasar por las callejuelas de Entrevías (Vallecas). "Lo peor está en las líneas que callejean. Cualquier esquina es una amenaza", recuerda Alberto Blanco, de CC OO. Pero también lo sufren los buses que atraviesan la avenida de la Albufera (la 54 y la 136), por culpa de la doble fila permanente. En Carabanchel, los mayores problemas están en San José Obrero (línea 247), el entorno de la avenida del Manzanares (la 50), el casco antiguo del distrito (la 108) y General Ricardos (119), donde se juntan las furgonetas con los clientes de los comercios. En Usera, el bus se suele atascar en la calle Dolores Barranco (6) y en Marcelo Usera (47 y 247).

"Hay varias causas: el control policial es insuficiente, los conductores no son conscientes del perjuicio, el mal diseño de líneas que pasan por calles estrechas y la escasa sanción por aparcar indebidamente", opina Adrián Fernández, portavoz de Ecomovilidad.

Un rompecabezas para la EMT

La doble fila es "uno de nuestros grandes quebraderos de cabeza", dicen fuentes de la EMT y del área municipal de Movilidad. Para solucionarlo, su gran arma son los coches del Servicio de Apoyo al Control de Estacionamiento (SACE), que fotografían a los vehículos mal aparcados para multarlos. Cuando un autobús se encuentra con un estorbo que le impide avanzar, avisa a la Policía y a la grúa para que retiren el vehículo. Para que no haya retraso, buscan una ruta alternativa y, si no es posible, un inspector recorre las paradas siguientes para alertar a los viajeros de la incidencia.

Una carrera de obstáculos a bordo del 24

Los conductores y viajeros de la línea Atocha-El Pozo pasan una prueba de fuego diaria por las calles vallecanas. Mucha paciencia. Es la cualidad imprescindible para ser viajero o chófer de la línea 24 de la EMT (Atocha-El Pozo). El trayecto tiene fama de ser una auténtica ratonera para los autobuses. Y 20minutos comprobó que su mala reputación está totalmente justificada.

A las 12.15 horas de un día laborable, el 24 enfila la avenida Ciudad de Barcelona. El trayecto hasta Vallecas se cubre en cinco minutos, pero al entrar en la avenida de la Albufera comienza el eslalon: todo el carril derecho está ocupado por furgonetas, camiones y coches con los cuatro intermitentes. "Aquí cada uno va a lo suyo. Si pusieran multas cuando deben nadie estorbaría", protesta el conductor, acostumbrado al estrés de la línea. "Me echo a temblar cada vez que me toca circular por las calles de Vallecas", recalca.

Pero lo peor está por llegar. A la altura del mercado de Vallecas, los camiones de reparto interrumpen el paso, formando una larga cola que se detiene durante dos minutos. Ya en la calle Eduardo Requenas, apenas un centímetro separa al autobús de los retrovisores de los coches. "Hoy estamos de suerte. Más de una vez hemos tenido que esperar al dueño de un coche que se salía demasiado", recuerda una viajera. Pero, al instante, el bus hace una parada imprevista: una máquina taladra el suelo ante la mirada impotente del chófer. Los usuarios consultan el reloj, miran impacientes por la ventana... "¡Vamos, hombre!", gritan. A los tres minutos, el obrero deja paso al bus.

Tras cruzar las vías, una furgoneta en sentido contrario lucha por pasar antes que el autobús. Pero al rato se da por vencida, da marcha atrás y libera la vía para el 24. Después de esquivar varios coches en doble fila, el bus por fin sale a la avenida Entrevías y llega a El Pozo. El suplicio acaba para los viajeros. Pero no para el chófer: "Ahora otra vez igual, pero en dirección Atocha".

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