'La Sonrisa Etrusca', protagonizada por Héctor Alterio y Julieta Serrano, llega al Teatro Olympia de Valencia

'La Sonrisa Etrusca', protagonizada por Héctor Alterio y Julieta Serrano, llega al Teatro Olympia de Valencia. La versión teatral de la novela de José Luis Sampedro se representará del 6 al 10 de junio, según ha informado en un comunicado el centro cultural valenciano.

'La Sonrisa Etrusca', protagonizada por Héctor Alterio y Julieta Serrano, llega al Teatro Olympia de Valencia. La versión teatral de la novela de José Luis Sampedro se representará del 6 al 10 de junio, según ha informado en un comunicado el centro cultural valenciano.

El prestigioso director José Carlos Plaza se ha encargado de la puesta de escena bajo la adaptación del dramaturgo Juan Pablo Heras. Es la primera vez que este texto de José Luis Sampedro, que ha dirigido el prestigioso director de escena José Carlos Plaza, se sube a las tablas desde que se publicara con enorme éxito en 1985. Pentación Espectáculos produce el montaje, con Jesús Cimarro como director del equipo de gestión.

El resto del reparto se completa con Nacho Castro, Olga Rodríguez, Israel Frías, Carlos Martínez Abarca, Cristina Arranz y Sonia Gómez Silva, según ha informado este lunes el teatro valenciano en un comunicado.

Esta obra versa sobre la sonrisa de la verdadera felicidad, la sonrisa del amor profundo, la del que nada pide y todo da, la sonrisa duradera, más allá del tiempo y del lugar. La sonrisa que justifica y compensa toda una vida. Una sonrisa que llega al final cuando se ven los errores y los aciertos, cuando se reconoce lo que verdaderamente importa y lo superfluo que resulta lo que antes creíamos fundamental.

La sonrisa dulce, tierna, algo burlona y enormemente placentera que cierra significativamente el ciclo vital de un ser que fue violento, justo e inflexible en sus convicciones, endurecido por la guerra y por la lucha diaria contra una agreste naturaleza indomable, el ciclo vital de un hombre seco, profundo, radicalmente honesto consigo mismo pero incapaz de comprender las debilidades del otro, los matices de la existencia cotidiana o las diferentes maneras de pensar y de existir.

El camino hacia la ternura, ese sería otro buen título de esta historia o las nuevas posibilidades impredecibles, sorprendentes nunca tardías o el futuro propio en los demás, serían otras imposibles síntesis de esta compleja historia de un alma que José Luis Sampedro ofreció hace ya más de veinte años.

El carácter de Salvatore, alias Bruno, siempre nos deleita, puede asustarnos un poco, eso sí, quizás porque nos reconozcamos en muchos de sus comportamientos por muy primarios que a primera vista parezcan. Por ejemplo, su rencor infinito a sus enemigos, su fundamentalismo en lo que debe ser, su orgullo indomable, pero hay algo que hace admirarle y quererle: su profundísima humanidad.

El calor de su pasión lo hace cercano aunque lo sintamos equívoco, la ingenuidad de sus planteamientos, su pudor excesivo, su candidez lo vuelve entrañable y sobre todo su enorme capacidad de amar.

Y, sorprendentemente, la vida le ofrece, en este su final, la posibilidad, la grandiosa posibilidad de poder volcar ese potencial, de derramar, de desbordar su amor hacia un ser indefenso que empieza a vivir.

¿Qué más puede pedir Salvatore —Bruno— que tener a su lado un ser indefenso? Allí está él, ocupando espacios que quizás no le corresponde pero luchando a brazo partido por defender lo que ama. ¿No lo hizo contra los nazis? Pues, ¡¿cómo no lo va a hacer por su nieto?!

De esa lucha entre sus convicciones de un hombre de campo en el mundo trepidante de la ciudad nace en él y en todos esa sonrisa, igual que la de la escultura de aquellos esposos del museo romano de Villa Giulia pero mucho, mucho más cercana.

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