Francisco Franco, Rocío Jurado, Cristóbal Colón... o cómo vivir con el nombre de un famoso

  • La otra cara de personas no famosas con nombre de personajes muy conocidos.
  • Tener un nombre histórico puede ser una simple anécdota o marcarte de por vida.
  • Julio Iglesias, Rocío Jurado y Toni Cantó cuentan cómo fueron confundidos con sus alter ego más conocidos o cómo coincidieron con ellos.
Francisco Franco, Cristóbal Colón, Fidel Castro, Julio Iglesias, Rocío Jurado y Toni Cantó, de izquierda a derecha y de arriba a abajo.
Francisco Franco, Cristóbal Colón, Fidel Castro, Julio Iglesias, Rocío Jurado y Toni Cantó, de izquierda a derecha y de arriba a abajo.
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Francisco Franco, Cristóbal Colón, Fidel Castro, Julio Iglesias, Rocío Jurado y Toni Cantó, de izquierda a derecha y de arriba a abajo.

Son auténticos, pero tienen nombres casi de mentira. Francisco Franco vive en Madrid, tiene 76 años y confiesa que le han caído unas cuantas por llamarme así. "Me ha costado muchos disgustos", se lamenta este anciano al que unos pegaban y otros invitaban a comer, según su ideología. "Este es un país de fanáticos. Nos falta un agua. No caminamos con la lógica", dice con una voz curtida por el tiempo, por su propia historia.

La sombra del dictador

"A los 13 años trabajaba en una carpintería y el dueño, que era comunista, me daba unas palizas cuando se enfadaba", explica Francisco, que denunció el caso a la Falange y su jefe acabó emigrando a Brasil. Más tarde, a los 15 años, hacía de chico de los recados con un triciclo a pedales cuando un urbano lo paró porque no llevaba matrícula. "Como empecé a ponerme borde me llevó a comisaría. Allí me preguntó cómo me llamaba y cuando le dije que Francisco Franco, me soltó una hostia", cuenta, sin nostalgia de aquellos tiempos oscuros.

<p>Francisco Franco.</p>Francisco estaba tan harto que le escribió una carta al dictador contándole todo lo que sufría por compartir con él nombre y apellido, y pidiéndole un trabajo en El Pardo "para sentirse más protegido". Al mes recibió la respuesta a su misiva. "Decía que fuera al Palacio de Oriente. Cuando llegué, fui a una oficina y me dieron un sobre a mi nombre. Dentro había 15 duros. Vamos, una propina. Ni trabajo ni nada. Estaba decepcionado porque Franco no se había enterado de mi carta", rememora.

Hace tan solo dos años aún lo amenazaban por teléfono. "Franco, cabrón, estás muerto", le dijo una voz muy joven al otro lado del hilo, recuerda. Y ahora, cuando va al médico y dicen su nombre en la sala de espera, "hay quien se ríe, pero otros ni se inmutan. Si me llamara Cristóbal Colón tampoco lo harían", se ríe este abuelo de ojos azules.

El descubridor

Y es cierto. Cristóbal Colón, que también vive en Madrid y tiene 81 años, cree que "España es un país lleno de graciosos y metepatas, que te recuerdan que descubriste América, aunque hay un 5% de gente que desconoce al descubridor y es como si les dijeras Pepito Pérez", confirma este jubilado de dilatado sentido del humor.

<p>Cristóbal Colón.</p>De niño era el blanco de las bromas, en la mili la tropa se mofaba y hace 30 años lo llamaban insistentemente por teléfono para decirle tonterías. "Mi nombre es muy bonito, pero me ha traído muchos líos. Estudié la posibilidad de cambiarlo, pero a mi familia le gusta mucho. Somos nueve hermanos. Todos Colón, claro, pero a mí me tocó el Cristóbal", dice, riéndose de su mala suerte.

El momento más bonito que le regaló su nombre ocurrió hace 40 años. Se fue al Ayuntamiento de Madrid porque tenía que buscar unos papeles en los archivos de la Plaza de la Villa y allí, un empleado le ayudó a buscar lo que necesitaba. "Fue tan amable que al acabar le di la mano y me presenté. Cristóbal Colón, le dije. Y él me contestó: Hernán Cortés, encantado. No sabes qué cara pusimos los dos", explica, divertido.

El conquistador

A otro Hernán Cortés, pero más joven y vecino de Peñarroya (Córdoba), lo llamaban el conquistador en el colegio, un apodo que no soportaba y que lo metió en muchas peleas. "Ahora solamente se ríe la Guardia Civil cuando voy a pescar o estoy conduciendo y me piden la documentación" cuenta, agradecido a su padre por haberle puesto el nombre de un tío fallecido. "Mi hijo, que tiene 30 años, se llama igual y dice que cuando tenga descendencia, habrá un nuevo Hernán Cortés en la familia", dice, orgulloso de un apellido muy común en su pueblo.

El comandante

Fidel Castro también es muy popular en su ciudad, Huelva. "Me conoce mucha gente. Yo diría que todo el mundo de mi edad", calcula. El nombre se lo puso su padre, José Castro. "Como es de derechas, le hacía mucha gracia. Mira, José, qué gracioso es", exclama con un acentuado deje andaluz.

<p>Fidel Castro</p>Los años 80, cuando era joven, fueron la época más dura. "El primer día del instituto, me echaron de clase porque pensaban que estaba bromeando y yo solo les había dicho mi nombre", recuerda Fidel.

La prueba de fuego la hizo en el año 2004 cuando se fue de viaje a Cuba. "La gente se asustaba de mi nombre y no se lo creían hasta que miraban el pasaporte. Después, bromeaban conmigo y me soltaban: Ahí viene el comandante", dice este onubense que tiene un tocayo muy cercano, su sobrino de 25 años.

 La heroína

No todo el mundo conoce a la heroína que defendió A Coruña en 1589 contra la Armada Inglesa dirigida por el corsario Francis Drake. Y es una suerte para María Pita, una gallega residente en Madrid, que ha llevado con bastante tranquilidad lo de tener un nombre histórico. "En Galicia, la gente siempre me pregunta si soy descendiente de la heroína, pero no, es una casualidad. He crecido con ese nombre y me parece muy bonito. Me gusta, sobre todo siendo gallega", explica.

El María se lo pusieron por su abuela y el Pita es el apellido paterno. "Mi abuelo Víctor Pita es el fundador de Conservas Cuca y tiene una calle con su nombre en Vilagarcía de Arousa", cuenta María Pita, que comparte nombre con la plaza coruñesa más importante, la del ayuntamiento.

Los artistas

Lo malo de que tu alter ego sea un personaje contemporáneo es que no siempre se pueden evitar las confusiones. Toni Cantó, un comercial de 43 años y residente en Novelda (Alicante), reconoce que en varios hoteles se han llevado una decepción cuando se ha presentado en recepción con sus maletas.

<p>Toni Cantó.</p>"Cuando reservaba la habitación por teléfono, me confundían con el actor, y claro, luego las expectativas del personal se esfumaban", explica, aunque reconoce que también ha tenido sus ventajas. "Mi nombre es muy fácil de recordar y eso en el terreno comercial es un extraordinario punto de partida", confiesa.

La casualidad hizo que Toni acabase coincidiendo con su tocayo más famoso. Fue cuando estaba viviendo en Palma de Mallorca y trabajaba en una oficina comercial del polígono Son Rossinyol. Allí iban todos los día a comer a un restaurante de menú. "Los dueños eran muy simpáticos y siempre me hacían la broma del nombrecito. Hasta que un día se ubicó en el polígono un estudio de televisión, en el que Toni Cantó grabó dos o tres capítulos.  Eso le llevó a comer en el mismo restaurante, el mismo día y a la misma hora, en la mesa de enfrente. Fue la rechifla del personal", recuerda.

Rocío Jurado también está acostumbrada a montar revuelos. Esta sevillana de 45 años, vecina de Dos Hermanas y empleada de una residencia de ancianos, recuerda que cuando dio a luz a su hijo, la matrona le dijo que no podían llamar a su familia por el altavoz del hospital porque se iba a montar un embrollo. "Y se montó. Llamaron a la familia de Rocío Jurado y el hospital se puso en pie. Se montó un follón y un revuelo tremendos", asegura.

<p>Rocío Jurado</p>Su médico de cabecera todavía no ha dejado de tomarle el pelo. "Hasta que no me cantes, no te vas, me dice. Pero yo no canto, canto fatal. No tengo ni un poco de cante", reconoce.

Julio Iglesias tampoco canta y como nunca había estado en Sofía, cuando el recepcionista de su hotel búlgaro le dijo que alguien quería saludarlo, supuso que se trataba de una confusión. Algo que se confirmó cuando aparecieron en el hall el director y dos botones con cestas de fruta y chocolates buscando a alguien, que evidentemente no era él.

Este madrileño de 48 años y comercial de artes gráficas recuerda con cariño su anécdota más sofisticada. En los talleres en los que trabajaba en 1996 se estaba encuadernando Noticias de un secuestro, de Gabriel García Márquez.

<p>Julio Iglesias</p>Un día le llamó el representante del escritor para que le adelantase dos ejemplares, pero le dijo que era imposible sin el permiso del editor. Fue entonces cuando recibió una llamada de García Márquez en persona. "La primera frase que me dijo, entre risas, fue ¡No me lo puedo creer! y luego me confesó que, tras saber mi nombre, no pudo resistirse a llamarme porque él conocía al auténtico Julio Iglesias. Yo me sorprendí y le contesté, ¿acaso cree usted que yo soy de mentira?", recuerda.

Después de unos segundos de silencio en la línea, escuchó una carcajada larga y sonora que salió de lo más hondo del escritor, que le envió un ejemplar de la novela con una dedicatoria que dice "A mi otro amigo Julio Iglesias".

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