El MNAC viaja a 1400 y expone 60 piezas del mejor gótico catalán

  • Este jueves se inaugura la exposición 'Catalunya 1400. El gótico internacional'.
  • El Louvre cede cuatro tablas de la capilla de Sant Jordi del Palau de la Generalitat.
Vocación de San Pedro, retablo de San Pedro, de Lluís Borrassà.
Vocación de San Pedro, retablo de San Pedro, de Lluís Borrassà.
MNAC
Vocación de San Pedro, retablo de San Pedro, de Lluís Borrassà.

El Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC) emprende un viaje hasta 1400 para llevar a su nueva exposición 60 de las mejores piezas de uno de los ciclos más creativos en la historia del arte catalán, que coincide con la etapa del arte europeo conocida como 'gótico internacional'.

La muestra, que se verá desde este jueves hasta el 15 de julio se llama Catalunya 1400. El gótico internacional, pero el adjetivo no hace referencia a la procedencia de las obras -la mayoría son catalanas y de otros territorios de la Corona de Aragón-, sino a ese estilo 'internacional' que se forjó a finales del siglo XIV a través del diálogo entre los grandes polos creativos de la época: por un lado París, el norte de Francia y los Países Bajos, y por otro, la Toscana italiana.

El comisario de la exposición, Rafael Cornudella, ha explicado en rueda de prensa que uno de sus objetivos es "romper la paradoja" de que nombres ampliamente reconocidos por los especialistas extranjeros --como Lluis Borrassà, Rafael Destorrents, Pere Joan y Bernat Martorell-- sean todavía unos auténticos desconocidos para los catalanes.

Así, la exposición es muy selectiva y se han escogido obras maestras, como cuatro tablas del Retablo de Sant Jordi que Bernat Martorell pintó para la capilla dedicada al santo en el Palau de la Generalitat, en Barcelona, y que por diversos avatares históricos fueron vendidas y ahora se exponen en el Louvre. El museo parisino ha cedido excepcionalmente estas pinturas sobre madera de roble -algo que en Cataluña sólo se reservaba para piezas importantes, pues era una madera de importación- que representan el juicio, la flagelación, el suplicio y la decapitación de Sant Jordi, con un "refinamiento cromático sin parangón", ha apuntado Cornudella.

Pero el comisario ha puesto de manifiesto que en la Edad Media lo "caro, lujoso y prestigioso" no eran precisamente las pinturas, como podría parecer al espectador moderno, sino los libros iluminados, los bordados, los misales y la orfebrería.

Así, también tiene un protagonismo destacado el 'frontal bordado de Sant Jordi', de la misma capilla del Palau de la Generalitat, que representa la emblemática escena del caballero dando muerte al dragón y hace juego con el Terno de Sant Jordi, un cuidado conjunto de indumentaria litúrgica formado por una capa, una casulla y dos dalmáticas bordadas con la leyenda. También se exponen nueve manuscritos iluminados, entre ellos dos obras maestras: el Salterio y libro de horas de Martorell, conservado en el Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona, y el célebre Misal de Santa Eulàlia de Rafael Destorrents, de la Catedral de Barcelona.

"Es casi el corazón de la catedral", ha dicho emocionado el conservador y arciprestre de la catedral, Jordi Martí Bonet, ante el manuscrito abierto en una maravillosa recreación del infierno, recordando que normalmente no está expuesto y que hace muchos años que no salía de los muros del templo.

En el campo de la orfebrería destaca la pequeña joya de vaina de retama hecha de metal dorado y pequeñas perlas a modo de semillas que no es otra cosa que la divisa del rey Carlos VI de Francia, que podía parecer tan gótica como moderna, ya que por su diseño bien podría haberla diseñado Salvador Dalí.

Y es que la exposición está llena de curiosidades, como los dibujos que Martorell hizo de forma lúdico en el reverso del Retablo de San Miguel, que se muestran por primera vez al público tras siglos ocultos, y las escenas de la vida cotidiana de la Virgen que incluye un retablo de Lluís Borrassà, en la que se la ve tejiendo en un concurso de bordado.

La vigencia del gótico internacional finaliza entre 1420 y 1430, cuando una nueva generación de pintores flamencos -como Jan van Eyck, Robert Campin y Roger van der Weyden- protagonizaron una revolución artísticas comparable al Renacimiento italiano. En Cataluña, el eco del nuevo realismo flamenco se empezó a notar 20 años más tarde y las obras que se exponen en el último ámbito de la muestra incorporan con estilo aún conservador, algunas de las pautas de ese estilo más naturalista; uno de los ejemplos más notables es el retablo dedicado a la Virgen, Sant Miquel y Sant Jordi que Jaume Ferrer pintó para la Paeria de Lleida -La Verge dels Paers-.

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