Las venus del pintor español Carles Gomila mezclan tradición mediterránea y exotismo

  • Las mujeres de sus cuadros son una representación clásica del cuerpo humano, lejana a la dictadura de los cánones de belleza actuales.
  • Mezcla alusiones al carnaval y el vino con los ideales de la lejanía.
  • En el rostro de sus personajes busca "la convivencia entre lo bello y lo turbador".
Una de las obras del pintor menorquín
Una de las obras del pintor menorquín
Carles Gomila
Una de las obras del pintor menorquín

Los cuerpos son naturales y bellos y tienen el tono blanco de la piel en invierno. La cara redonda, la boca pequeña y la melena ondulada son ajenos al dictado de la moda. El gesto es tan sereno como misterioso.

Las venus del menorquín Carles Gomila (Ciutadella de Menorca, 1978) saben atraer sin caer en el cliché artificial y anguloso de las mujeres retocadas.

Es un amante de la representación clásica del cuerpo: "Me parecen la forma más exquisita que conozco de representar la figura humana". El pintor busca en sus obras "la convivencia entre lo bello y lo perturbador, lo clásico y lo moderno, el artista y el espectador" y no utiliza modelos reales, prefiere construir cada rostro jugando a "forzar una personalidad", cruzando ideas.

Emplea técnicas pictóricas artesanales -como las capas de témpera al huevo- sin olvidar la comodidad del acrílico, pero es maniático con las pinturas, que él mismo mezcla antes de empezar a pintar.

Colores recién amasados

A Gomila no le gustan los tonos ya fabricados y desde hace cerca de cinco años explora nuevos métodos para conseguir justo lo que él quiere. "Me gusta disponer de los colores frescos y recién amasados", dice como si hablara de comida. En esos 10 minutos que pasa preparando pinturas siente que ya ha empezado el cuadro.

Aunque la tradición mediterránea invade a las musas de motivos marítimos, alusiones al vino, al carnaval, a la mitología griega y al poder de la luz, el menorquín también se deja arrastrar por el exotismo: "Siempre buscamos opciones mejores en la lejanía. Desconocemos hasta tal punto lo alejado que llenamos los huecos de la ignorancia con valores ideales. Lo exótico nos resulta tan atractivo porque está reconstruido con pequeños fragmentos de nuestros más íntimos deseos".

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