Siria, la república dinástica de los 'leones' que se resiste a caer tras la primavera árabe

  • La Siria de la familia Asad (león, en árabe) lleva al país a la deriva entre la guerra civil y la caída del régimen.
  • "La primavera no triunfa por el estado policial y la división de la oposición".
  • "La caída del régimen es mera cuestión de tiempo".
  • Solo Irán y Rusia apoyan al régimen internacionalmente.
  • Occidente no se lanza a una intervención militar que rechazaría la oposición.
  • LA FAMILIA ASAD | LA OPOSICIÓN | EL GRAN JUEGO | GUERRA
Concentración de adhesión al régimen en el centro de Damasco, Siria.
Concentración de adhesión al régimen en el centro de Damasco, Siria.
Sana / EFE
Concentración de adhesión al régimen en el centro de Damasco, Siria.

Siria resiste tras la caída de los regímenes de Túnez, Egipto y Libia en los movimientos englobados en la primavera árabe. La dictadura dinástica de los Asad intenta reprimir con dureza el levantamiento popular y esquiva la presión internacional, con lo que está logrando alargar un conflicto que se va a haciendo más y más cruento.

En los últimos días, la batalla entre régimen y oposición se libra, en mayor medida, en los alrededores de la capital, Damasco, y pone en peligro un emplazamiento fundamental como es el aeropuerto internacional.

Esta crisis siria plantea diversos interrogantes que muestran las peculiaridades del conflicto frente a otras revoluciones en el mundo árabe, ¿por qué la comunidad internacional no ha actuado con la prontitud y contundencia que demostró en Libia? ¿Por qué la oposición siria no está tan unida como debería? ¿Qué factores internacionales están jugando -y luchando- en suelo sirio?

El régimen: el poder de la familia

Siria está controlado por el partido Baas (socialismo panarabista) desde el golpe de Estado de 1963. Siete años después -y mediante otro golpe- todo el poder pasa a una familia, los Asad (león, en árabe), y su círculo íntimo. Hafez Al-Asad, padre del actual presidente, diseñó y dirigió durante tres décadas un régimen monolítico y policial, dirigido exclusivamente por su clan familiar y basado en dos pilares: el partido y los órganos de seguridad del Estado.

Como un Michael Corleone del mundo árabe, Bachar Al Asad no estaba destinado a dirigir ni su familia ni su país. Sin embargo, la muerte en un accidente de tráfico en 1994 de su hermano mayor, Basel, a quien su padre preparaba para ser su heredero, le situó en el puesto. Bachar, más introvertido y todavía veinteañero, había estudiado medicina y ejercía su especialidad, oftalmología, en un hospital londinense.

Bachar fue formándose e introduciéndose en el poder para recoger el legado de su padre -que no por imponer una sucesión dinástica iba a evitar cumplir todos los requisitos legales-, algo que haría a su muerte en el año 2000.  Su hijo fue recibido como un soplo de aire fresco: formado en Occidente, enamorado de la música de Phil Collins y de las nuevas tecnologías (Bachar había sido el responsable, en dura pugna con los servicios de inteligencia, de que el país comenzara a abrirse a Internet y la televisión por satélite) y estaba casado con una economista sunita que conoció en Londres (con la que rompía la imagen de un régimen dirigido por la secta alauita a la que pertenece la familia Asad).

Pronto Bachar demostró que no era tan diferente de su padre como parecía. Mantuvo el régimen dictatorial y policial, maquilló el régimen para convertirlo en una especie de "dictadura sin dictador", cuya máscara ha caído definitivamente con la brutal represión de las revueltas que se están dando en el país desde marzo de 2011.

Una oposición dividida

"La primavera no está triunfando en Siria por dos motivos", explica Ignacio Gutiérrez Terán, profesor del Departamento de Estudios Árabes de la Universidad Autonóma de Madrid (UAM), "el primero es el estado policial que los Asad han diseñado durante 40 años y el segundo es la composición étnica y confesional de Siria, que hace muy complicado que la oposición esté unida: lo único que les une es que son contrarios al régimen".

La oposición se ha organizado en comités de coordinación locales que son los que "convocan las manifestaciones y, en general, llevan el peso de la revuelta", analiza el profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante (UA) y autor del libro Siria Contemporánea (Síntesis, 2009), Ignacio Álvarez-Ossorio.

En el exterior ha surgido el Consejo Nacional Sirio (CNS), que ya ha sido reconocido como Gobierno legítimo por Libia y se espera que Arabia Saudí lo haga en breve. En él se encuentran representadas gran parte de las distintas sensibilidades sirias, sobre todo los islamistas Hermanos Musulmanes, los más poderosos, que representan el 50% del Consejo, pero donde también hay izquierdistas, nacionalistas árabes, kurdos, drusos, etc.

"El gran problema de esta oposición es la separación y el arribismo y oportunismo de sus dirigentes", afirma el profesor Gutiérrez Terán, "y la incapacidad de mandar un mensaje único a la sociedad".  Muchos miembros de la oposición interna no ven con buenos ojos la agenda del CNS y miembros de las minorías étnicas y religiosas, aunque no les gusta el régimen, no ven clara la oposición, y temen que un gobierno de los Hermanos Musulmanes -como ha ocurrido en Egipto- pudiera afectarles.

Los Asad, miembros de la minoría alauita (una rama del chiísmo que supone un 8% de la población), siempre se han mostrado como un "escudo" para los grupos minoritarios. Ahora, el régimen esgrime la "guerra sectaria" como "su gran baza", explica Álvarez-Ossorio, poniendo de ejemplo a Irak y a Líbano y hablando de las conexiones con Al-Qaeda y el terrorismo islámico sunita de la oposición.

"Hay una especie de caricaturización que dice que el régimen es alauita y esa minoría oprime a kurdos y a los árabes sunitas", asegura Gutiérrez Terán,"pero no es así, el régimen no representa a un minoría, sino a un clan mafioso representado por los Asad y su entorno, una oligarquía empresarial formada por hombres de negocios suníes y cristianos". En opinión de estos dos académicos, la mayoría de la sociedad siria no compra este discurso, aunque recientes actos violentos entre grupos confesionales y étnicos pueden acrecentar ese fantasma.

El gran juego entre Irán y Arabia Saudí

El conflicto sirio no solo tiene una dinámica nacional, sino un evidente e importante componente internacional. Aunque el país no tiene la riqueza material de Libia, el petróleo es casi anecdótico, su importancia estratégica en Oriente Medio es inmensa.

El gran ajedrez sirio se juega en dos ámbitos, el regional y el global. Irán es, claramente, el más implicado: la Siria de los Asad es su único aliado fiel -no en vano, en los años de Bush Jr. y la Guerra contra el Terror fue incluido en el célebre Eje del Mal junto al régimen de los Ayatolás- y desde Teherán consideran la crisis como un asunto de seguridad nacional, en un momento muy difícil para el paísArabia Saudí, como su gran rival, apoya a la oposición. Los saudíes, que hasta ahora no tenían malas relaciones con Damasco, creen que la caída del último aliado de Irán les beneficiaría a ellos y a otras potencias petroleras del golfo, además de que supondría entregar otro Gobierno a los sunitas Hermanos Musulmanes.

Un nuevo pulso entre EE UU y Rusia

Los actores globales también están claros. Por una parte EE UU, la Unión Europea y la Liga Árabe presionan para la marcha de Asad y el fin de la represión. Sin embargo, no llegarán a la presión ejercida contra la Libia de Gadafi: primero, porque no tienen claro hacia dónde decantaría la región la caída del régimen y, después, porque una intervención armada en la zona podría destapar un polvorín en el que pronto estarían involucrados Irán e Israel. En cualquier caso, la intervención armada externa está casi descartada por parte de los países occidentales, ya que la oposición la rechaza frontalmente.

Rusia, por su parte, es el gran paladín de Asad en el mundo y está utilizando su poder como miembro del Consejo de Seguridad para evitar la caída del último estado sobre el que tenía influencia en la zona.

El camino a la guerra

El conflicto se está radicalizando en los últimos meses y los combates son más frecuentes e incluso se han producido atentados suicidas. Los opositores están comenzando a controlar ciudades y no se limitan a ser reprimidos por las fuerzas de seguridad. Buena culpa de eso tiene la creación del Ejército de la Siria Libre.

Esta formación inició su andadura en la frontera con Turquía y, aunque, de momento no tiene la capacidad para derrotar al ejército regular, ha dado a los cada vez más numerosos desertores un lugar a donde ir y reorganizarse. "La cúpula militar siria tiene más miedo a las deserciones que al propio Ejército Libre", explica Gutiérrez Terán. Desde el momento en que Asad tuvo que desplegar el ejército por todo el país, perdió control sobre él y se han multiplicado las traiciones, incluso en la Guardia Republicana, un cuerpo de élite muy cercano al a familia gobernante.

Por ello, Asad tiene que confiar cada vez más en otras tropas, milicias civiles, mercenarios nacionales y ayuda externa. Hace pocos días, los opositores presentaron a varios detenidos de los que aseguraban que eran miembros de un cuerpo de élite iraní:  Guardia Revolucionaria Islámica. Teherán lo negó y aseguró que eran ingenieros. Se tiene constancia de que Irán y Rusia están dando apoyo logístico y militar a Asad, y parece que los Ayatolás también están mandando efectivos a la zona. Al igual que otros grupos armados chiíes, como Hizbulá o las milicias del iraquí Muqtada el Sadr. Por otra parte, se sospecha que Arabia Saudí está financiando a los opositores.

Otro punto clave en el conflicto es la clase empresarial, situada sobre todo en la región de Alepo. Si esta zona, donde se encuentra el poder industrial, se levantara, los empresarios del país, que apoyan tímidamente al régimen, se pensarían si están en el lado correcto, según la opinión del profesor de la Universidad Autónoma.

"La caída del régimen es mera cuestión de tiempo", asegura el profesor Álvarez-Ossorio. "La comunidad internacional -EE UU, la UE, la Liga Árabe- ha apostado por sanciones -embargo de petróleo, congelación de fondos, etc.- y están dando la puntilla al Gobierno de Asad, que ya tiene dificultades para pagar las nóminas de sus funcionarios".

Menos esperanzado parece el profesor Gutiérrez Terán. "Estamos en la senda de la guerra civil abierta, a medida que vayan creciendo el Ejército Libre y vaya recibiendo más fondos y armas", asegura. "En Occidente lo vemos como una partida de ajedrez, pensamos en qué perdemos y en qué ganamos, pero los que siguen perdiendo son los ciudadanos sirios, que sufren las matanzas y la violencia, que sufren los excesos de unos y otros y las sanciones; las condiciones de vida son paupérrimas, sobretodo en Homs y Hamá, donde ya hay muertes por hambre y falta de medicamentos".

Los últimos datos de la ONU dicen que desde abril han muerto, a raíz de estas protestas, unas 5.000 personas. Los grupos opositores lo elevan a 6.000.

Libia y Siria: dos caminos diferentes

Los levantamientos de Siria y Libia son, seguramente, los dos casos de la Primavera Árabe más comparables. Tienen algunas similitudes, un régimen clánico y hereditario (Gadafi quería que su hijo le sucediese, como hizo Bachar con su padre) y unas protestas que no culminaron y que derivaron en una guerra civil, donde los opositores iban, poco a poco, controlando ciudades.

Sin embargo, hay marcadas diferencias que determinan un futuro distinto. El primero es la unión de la oposición, más clara en Libia que en Siria. La segunda es la imposibilidad, de momento, en Siria de una intervención militar extranjera, que hasta los propios rebeldes rechazarían.  El Consejo Nacional de Transición libia bendijo la intervención y el apoyo militar de la OTAN en su país, que a la postre resultó fundamental para la caída de Gadafi.

Siria en datos

Superficie: 185.180, kilómetros cuadrados (casi tres veces menos que España)

Población: 22.517.750 de habitantes (algo menos de la mitad que nuestro país)

Grupos étnicos: los árabes suponen el 90% de la población; los kurdos, armenios y otras minorías suponen el resto.

Grupos religiosos: los musulmanes sunitas suponen el 74%, otros grupos musulmanes (drusos, alauitas, etc) un 16%, cristianos un 10%.

PIB: 107,4 mil millones de dólares (es la 67 economía del mundo; España es la 14).

Porcentaje de alfabetización: 79,6% de la población (en España es el 97%)

Teléfonos móviles: 11,6 millones de terminales (51,4 millones en España).

Usuarios de Internet:  4.469.000 (28 millones en España).

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