La historia de Patrick, de ‘gorrilla’ ilegal a maletero con contrato en el aeropuerto de Barajas

  • Una empresa contrata a un inmigrante que llevaba tiempo ofreciendo el servicio de 'gorrilla' de manera ilegal.
  • Patrick Assouan ayuda a los viajeros a encontrar el mostrador de facturación.
  • "Habla cuatro idiomas y se conoce el aeropuerto como la palma de su mano".
Patrick, a la izq., ayuda a un viajero a reducir su exceso de equipaje con una de las bolsas de Mohamed.
Patrick, a la izq., ayuda a un viajero a reducir su exceso de equipaje con una de las bolsas de Mohamed.
JORGE PARÍS
Patrick, a la izq., ayuda a un viajero a reducir su exceso de equipaje con una de las bolsas de Mohamed.

"¿Sabes que me han contratado?", saluda feliz Patrick Assouan mientras acarrea maletas por la terminal 1 del aeropuerto de Barajas. La suerte de este buscavidas ha dado un giro de 180 grados en los últimos 10 meses, justo desde que el 4 de febrero 20 minutos publicara su historia.

Natural de Costa de Marfil, Patrick se ganaba la vida en el aeropuerto madrileño, donde era conocido e identificado por todo el personal como gorrilla. Aunque en realidad este hombre de 50 años no aparcaba coches, sino que se ofrecía a ayudar a los viajeros con sus trámites de facturación a cambio de la voluntad. Y semejante esfuerzo ha tenido su recompensa.

Desde el 3 de octubre, Patrick trabaja legalmente en Barajas. "Tengo un contrato temporal, soy mileurista, con 14 pagas, propinas y un porcentaje en cada servicio", ríe.

Sherpa es la empresa que ha decidido incorporarle a la plantilla nada más ganar el concurso de maleteros para los próximos tres años. wYa le conocíamos porque llevamos otros servicios del aeropuerto", explican en la empresa. Y las razones para contratarle son contundentes: "Habla cuatro idiomas y conoce Barajas como la palma de su mano", concluyen. De sus ocho empleados, "dos son antiguos gorrillas" de Barajas, aunque solo Patrick está fijo en la terminal 1. "Los demás rotan", dice la empresa.

"Antes me tenían miedo"

A pesar de su buena suerte, Patrick aclara que en junio volverá a casa. "Primero quiero cotizar unos meses", dice, porque lo cierto es que patearse el aeródromo le resulta ahora mucho más sencillo. "Antes la gente me miraba con desconfianza, les daba miedo. Con el uniforme es más fácil", reconoce.

Este maletero no escatima en esfuerzos para ganarse el pan. Hay que correr para seguir su ritmo a través de la terminal. "¿Maletero, señor?", pregunta atento a Domingo García nada más verle apearse del taxi en su silla de ruedas. Y tras aceptar sus servicios (1,60 euros por bulto), hace la pregunta necesaria: "¿Adónde viaja?". Así Patrick sabe que su cliente se dirige a Guadalajara (México) para asistir como juez árbitro a una importante cita deportiva.

Con esa información le traslada diligente al mostrador que corresponde. Con el equipaje facturado y los trámites gestionados, Patrick se despide de Domingo y regresa veloz al área de salidas, donde todo vuelve a empezar: "¿Señorita, le ayudo... maletero?".

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