Y no es cosa de riesgos laborales, que en eso el andamio es la universidad de los peligros, sino que se trata de las cifras totales, las defunciones dentro y fuera del tajo. Tal vez deberían las autoridades sanitarias, igual que hacen con las cajetillas de tabaco, advertirnos a todos de los efectos perjudiciales para la salud de ciertas profesiones.
Es decir, que al firmar un contrato de trabajo aparezca arriba, en letra pequeña, algo así como «sepa usted que cada año mueren X trabajadores del metal». Y, de paso, que los puestos más propensos a la baja definitiva tuvieran un plus salarial, en concepto de candidato a un entierro precoz.
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