
Sus pinturas de catástrofes bíblicas y destrucción elevaron a la popularidad a John Martin (1789–1854) en el panorama artístico del siglo XIX.
La galería Tate Britain de Londres ha organizado con Apocalypse, la exposición de la obra del pintor inglés más completa desde 1822, con obras nunca antes expuestas, restauradas y reunidas de colecciones de todo el mundo.
Los cuadros en conjunto descubren de nuevo a esta singular figura de la historia del arte, retratista de extrañamente hermosos cataclismos y desastres, que influyó a escritores de su tiempo como las hermanas Brontë o Ralph Waldo Emerson y fue un referente de los pioneros del cine Cecil B. DeMille y D.W.Griffith.
Entre los grabados y óleos destacados esta Belshazzar’s Feast (El festín de Baltasar), perteneciente a una colección privada y que lleva más de 20 años sin exponerse.
El catastrófico The Great Day of His Wrath (El gran día de Su ira) es otra de las joyas expuestas de la obra de Martin, que pintó el cuadro poco antes de morir. La escena, que ilustraba el fin del mundo recorrió varios países y causó una honda impresión en museos de Nueva York y Sidney por su esmerado detalle y su sensibilidad oscura y dramática. Algunos académicos ven el el fuego y el humo una alusión a la rápida industrialización de Inglaterra.
Ilustraciones de dinosaurios
Además del componente de grandiosidad, Las pinturas de John Martin revelan un profundo interés por la ciencia, como demuestran sus ilustraciones de dinosaurios, basadas en los últimos descubrimientos de fósiles. También atraído por los proyectos de ingeniería, fue un visionario que adivinó en sus cuadros proyectos como el muro de contención del Támesis y el ferrocarril metropolitano de Londres.
La destrucción de Sodoma y Gomorra, la caída de Babilonia, las siete plagas de Egipto... Los grabados y óleos de Martin eran rechazados por buena parte de la élite intelectual y la Royal Academy de Londres: los paisajes grandiosos y extremos eran demasiado románticos para el esnobismo victoriano. Pero esa misma atmósfera teatral cautivó al público de su época, con admiradores notables como Charles Dickens y el Príncipe Alberto de Inglaterra, consorte de la reina Victoria.
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