Las 5.000 palabras del habla malagueña

Habla es la manera en la que un pueblo expresa la lengua que utiliza.
Y el escritor Enrique del Pino se colgó hace 33 años el mono de trabajo de investigador para plasmar en un libro esas palabrillas cotidianas que sólo entienden completamente quienes han nacido o se han criado en estas tierras.En su Diccionario del habla malagueña han cabido 5.000 ejemplos de cómo los malagueños han empleado y mutado el español a lo largo de más de cuatro siglos de darle a la lengua.

La obra (editorial Almuzara, 20 euros) recoge sólo aquellas palabras que el autor ha encontrado en textos literarios de autores malagueños. «He desechado unos 3.000 vocablos que no aparecen recogidos en libros. He creído que tenían menos valor que los términos que no aparecían escritos», contó ayer Del Pino en la presentación de su trabajo.

Detalles del libro

Más que un vocabulario: «Enrique ha desarrollado una tarea casi enciclopédica porque pone cada palabra en su contexto», afirmó ayer Javier Pimentel, ex ministro de Trabajo y editor de esta obra. Del Pino incluye en cada acepción un párrafo del texto en el que encontró el vocablo.

Números: 303 páginas en las que se recogen fragmentos de más de 200 autores.

Enriquecimiento

Sin complejos: «En Málaga no adulteramos el español, lo enriquecemos; al igual que los latinoamericanos enriquecen el idioma», señala Del Pino.

Algunos ejemplos

Unos abuelos juegan al chiquilindongui (parchís) mientras toman una nube (un poco de café con mucha leche) cerca de La Farola (se refiere al faro del puerto de Málaga si lleva el artículo determinado y la inicial en mayúsculas). Cuando uno de los abuelos se da al zuri (marcharse), pisa sin querer la jaba (pie de tamaño mayor que la media del género humano) del de enfrente, que le dice: «Estáte aliquindoi» (atento). El otro se excusa: «Voy ca’Juan, que me llama ca vez que echa ca a la pared» (ca puede ser casa, cada o cal).

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