Cuba encara su futuro entre el continuismo político y las inevitables reformas económicas

  • El IV Congreso del Partido Comunista confirmó la renuncia de Fidel Castro como primer secretario, pero reafirmó a la vieja guardia.
  • La influencia del exlíder cubano sigue siendo fuerte.
  • La población, entre expectante y recelosa ante una tímida apertura económica que trata de mantener a flote el socialismo.
  • Cómo ha cambiado la isla en cinco años y lo que le espera en los próximos cinco.
Una anciana camina por la Plaza de la Revolución de La Habana, en vísperas del 50 aniversario de la victoria de Playa Girón y del inicio del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Una anciana camina por la Plaza de la Revolución de La Habana, en vísperas del 50 aniversario de la victoria de Playa Girón y del inicio del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Alejandro Ernesto / Efe
Una anciana camina por la Plaza de la Revolución de La Habana, en vísperas del 50 aniversario de la victoria de Playa Girón y del inicio del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba.

De momento, nada de revolución. La única revolución va a seguir siendo la que siempre ha sido. Cuba afrontará los próximos cinco años inmersa en el continuismo político, al menos mientras aguante la (cada vez más) vieja guardia.

Fidel Castro ha dejado de ser el jefe del Partido, pero sigue ahí. Y Raúl, su hermano y actual presidente del país, piensa mantenerse en su línea: Habrá reformas, sí, pero sólo económicas. Una cuestión de mera supervivencia y de intentar salvar en lo posible el sistema socialista mediante una tímida economía de mercado a la cubana, una especie de pseudocapitalismo de perfil bajo. Para ello hasta se ha inventado un nuevo término, el "cuentapropismo", o, lo que es lo mismo, la posibilidad de trabajar por cuenta propia. La expresión "iniciativa privada" permanece, por ahora, en el reino del tabú.

Este martes, en plena celebración del 50 aniversario de la histórica victoria contra Estados Unidos en Bahía de Cochinos (Playa Girón), concluyó el VI Congreso del gobernante (y único) Partido Comunista de Cuba, un evento en el que, tal vez ingenuamente, habían depositado algunas esperanzas de cambio los críticos al régimen. Al final, sin embargo, pocas sorpresas. Como se preveía, Raúl Castro (79 años) fue elegido para reemplazar como primer secretario del partido a su hermano Fidel, el único que había ocupado el cargo desde la fundación en 1965 hasta ahora.

A sus 84 años, Fidel, que asistió al Congreso ataviado con su ya tradicional chaqueta de chandal, entre las igualmente tradicionales ovaciones de los delegados, se va apartando poco a poco de la vida pública, pero la sombra del comandante aún se proyecta con fuerza.

A pesar de que abandonó el poder en 2006, su mera presencia, su legado y, especialmente, las opiniones que aún vierte de vez en cuando en entrevistas y, regularmente, a través de sus artículos en el diario Granma, suponen todavía un auténtico efecto inhibidor para quienes llevan ahora las riendas políticas de la isla.

Como primer y fundamental signo de continuidad, el mantenimiento de la mencionada vieja guardia: El nombramiento del primer vicepresidente, José Ramón Machado Ventura (80 años y comunista de la línea dura), como número dos, dio al traste con la recomendación que había hecho previamente el propio Raúl Castro de limitar el tiempo de las personas en los cargos para "rejuvenecer" la cúpula del partido, y puso en entredicho sus críticas a la incapacidad de conseguir un reemplazo generacional tras medio siglo en el poder.

El nuevo Buró Político, de 15 miembros, incluye a seis generales de los de toda la vida y a varios miembros que rondan los 70 años. Más del 60% del aparato está integrado por generales o históricos, algo que no satisface a Raúl, para quien todo se debe a los "errores" cometidos por el Partido Comunista y a su fracaso a la hora de formar cuadros jóvenes "debidamente preparados".

Más de 300 reformas económicas

Otra cosa, sin embargo, fue la economía. Al fin y al cabo ese era el auténtico objetivo del Congreso, teniendo en cuenta que los cambios políticos estaban poco menos que descartados.

El Congreso, que ha durado cuatro días y reunió a cerca de 1.000 delegados, ha querido transmitir a la población el mensaje de que el Partido se ha tomado en serio la necesidad de buscar salidas a la profunda crisis que sufre la isla y, aunque no se ha atrevido a abrazar, ni mucho menos, el 'capitalismo' a la manera china (apertura económica total con cerrojo político), sí aprobó más de 300 reformas encaminadas a modernizar la anquilosada economía del país.

Las medidas, de todos modos, tampoco podían esperar demasiado: Cuba, muy dependiente de préstamos a corto plazo para poder financiar sus importaciones de alimentos y combustible, con grandes dificultades para conseguir crédito y con una deuda cercana a los 11.000 millones de dólares, apenas se ha recuperado del nefasto año pasado, al que llegó muy golpeada por la crisis financiera internacional, el embargo estadounidense, las secuelas de los huracanes de 2008, la bajada en 2009 de los precios del níquel -su principal producto de exportación-, y el descenso de los ingresos por turismo.

En este sentido, Raúl Castro, que desde que llegó al poder en 2008 ha insistido en la necesidad de ir transformando poco a poco el modelo económico, aseguró que su Gobierno tratará de "mejorar la vida de los cubanos" y criticó el "exceso de paternalismo que ha reinado durante medio siglo".

Encaje de bolillos entre el socialismo y el mercado

Las reformas aprobadas incluyen el fin de la cartilla de racionamiento, la reducción gradual de más de un millón de empleos estatales (ya está en marcha el recorte de unos 500.000, el mayor ajuste de funcionarios en 50 años), la expansión del sector privado, el aumento de las inversiones extranjeras y la concesión de una mayor autonomía a cerca de 3.700 empresas estatales que han resultado ineficientes durante décadas. También está prevista la expansión de créditos bancarios para impulsar el sector privado y cooperativo.

No va a ser fácil. Por un lado, el Gobierno tendrá que encontrar lo que parece un complicado equilibrio entre socialismo puro y duro y apertura económica (el Congreso dio luz verde a la descentralización, pero al mismo tiempo se mantuvo firme en no abandonar la senda de la planificación estatal). Por otra parte, algunas medidas, como el recorte de subsidios de alimentos, que Castro consideró una "carga insoportable" para la economía, han sido recibidas con preocupación por muchos cubanos, que se ven obligados a subsistir desde hace años con salarios muy bajos.

Tal vez por eso, el presidente destacó que las cosas se harán "sin prisa pero sin pausa". Los emblemáticos servicios gratuitos de salud y educación se mantendrán, y los subsidios, según afirmó, serán retirados a los productos, pero no a las personas. Para despejar posibles dudas, Castro dejó claro que asume su nueva tarea como primer secretario del partido "con el compromiso de defender el socialismo y de no permitir jamás el regreso del régimen capitalista".

Se trata, en definitiva, de lo que los comunistas cubanos han bautizado como "actualización del socialismo", un camino con el que se pretende ir generalizando progresivamente conceptos como los impuestos, los microcréditos, la contratación entre particulares (en una medida histórica, los cubanos podrán venderse coches y casas entre ellos), o el ya famoso "cuentapropismo", es decir, la posibilidad de trabajar por cuenta propia.

"Autoempleo"

La nueva normativa sobre el "cuentapropismo" fue divulgada hace ya unos meses y, desde entonces, apenas se habla de otra cosa en la isla. El documento en cuestión recoge el listado de las 178 actividades en las que se podrá trabajar por cuenta propia, y detalla que en 83 de ellas se permitirá incluso la contratación de asalariados. Toda una novedad que ha despertado tanta expectación como recelos. La gente está preocupada, sobre todo, por los impuestos que se avecinan: Un plan tributario especial regirá para los "cuentapropistas", a los que se aplicará, entre otros, un "impuesto sobre los ingresos personales" que oscilará entre un 25% y un 50%, en función de la renta anual.

El Gobierno prevé que con estas medidas 250.000 cubanos se incorporen al trabajo por cuenta propia o "autoempleo", una actividad que a finales de 2009 ya ejercían unos 144.000 habitantes de la isla. Y con ese aumento de la actividad económica privada, el Estado cubano espera aumentar sus ingresos tributarios de este año en 1.000 millones de dólares, siempre según datos oficiales.

Muchos, eso sí, tendrán que aprender el oficio, en una Cuba en la que abundan los abogados y los ingenieros, pero faltan técnicos y trabajadores manuales.

¿Hacia una nueva Cuba?

Hace cinco años, los cubanos no podían permitirse alojarse en hoteles, comprar electrodomésticos para uso particular, poseer un ordenador personal o incluso tener un teléfono móvil. Hoy ya pueden hacer todo eso y, además, la iniciativa privada ha ido ganando cada vez más margen y está en marcha un reparto sin precedentes entre los campesinos de las tierras ociosas del Estado.

Además, el bloqueo de Estados Unidos, que sigue siendo un duro escollo para el desarrollo económico de la isla, se ha suavizado un poco, y, dependiendo de los cambios políticos que puedan venir en el futuro, podría aligerarse aún más. En 2009, el recién estrenado gobierno de Barack Obama decidió levantar las restricciones existentes hasta entonces para que los ciudadanos estadounidenses con familiares en Cuba viajasen libremente a la isla y les enviasen dinero o regalos, y permitió a las compañías de telefonía de EE UU y a los medios de comunicación operar en el mercado cubano y dotar de cobertura de redes a la isla.

Son cambios pequeños, pero están sucediendo, y las reformas aprobadas ahora, que la oposición al régimen y muchos analistas económicos han calificado de meros parches, podrían, sin embargo, abrir puertas políticas a medio o largo plazo que tal vez el Gobierno cubano no haya sabido calcular.

Los retos, empezando por el respeto a los derechos humanos y siguiendo por una evolución desde el totalitarismo actual hacia una democracia que sepa integrar los logros conseguidos por la revolución, son muchos, pero a la vez, el relevo generacional necesario para afrontarlos está, inevitablemente, cada vez más cerca.

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