Se necesitan jardineros

Los jardines de la Universidad Laboral, uno de los institutos de secundaria más señeros de Málaga, son un enorme campo de pruebas para los alumnos del módulo de Jardinería.
«Las instituciones no exigen cualificación», denuncia.
«Las instituciones no exigen cualificación», denuncia.
Martín Mesa
«Las instituciones no exigen cualificación», denuncia.
«Demasiado grandes para sólo 15 alumnos», se queja Sonia Martín-Niño, ingeniera agrónoma y profesora del primer curso.

En segundo no hay nadie matriculado. Sonia, que vino de Rota a Málaga por ser ésta la tierra de los jardines, no da crédito: «Me llaman empresarios pidiendo alumnos cualificados para contratar y no tenemos».

Sonia llegó a la jardinería por azar. Siempre le gustó el campo. «En Rota no hay mucho verde; todo lo absorbe la base militar. Pero gracias a los Scouts he podido vivir desde niña muy en contacto con la naturaleza». Los jardines son pequeños santuarios de vida. Lugares donde el verdor progresa con la ayuda del hombre, y no al contrario.

Entender e intervenir en los ciclos de la vida ha producido «cambios milagrosos» en muchos de sus alumnos. «Algunos llegan muy jóvenes, con un historial de fracaso, y de pronto se serenan, se encuentran a sí mismos; descubren las ventajas de un trabajo al aire libre, variado, donde el jefe no te dice qué tienes que hacer», explica. Entre profesores y alumnos han convertido los jardines de la «Uni» en un vergel. Hay invernaderos y umbráculos donde practicar la siembra, el abonado, hasta el arte del arreglo floral.

Son los propios aprendices quienes conciencian a sus demás compañeros sobre la necesidad de respetar las plantas. Lo que está vivo y es de todos. Se toman en serio su trabajo: cuidar un jardín es participar en el misterio de la vida. Pero en la ciudad de los jardines faltan demiurgos cualificados.

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