El poeta y novelista Ramón Buenaventura se rebela contra la "dictadura del lector" y se niega a escribir lo que se supone que quiere el público, una actitud que refleja en su última novela NWTY, con la que cierra un ciclo de cuatro obras protagonizadas por personajes nacidos en Tánger el mismo año que él.

Según explica Buenaventura (Tánger, 1940) fue un compromiso que adquirió consigo mismo en la primera novela y, aunque reconoce que pudo ser una "idea estúpida", la ha cumplido en sus cuatro obras, cuyos personajes principales son diferentes entre sí pero con la característica común del lugar y la fecha de nacimiento.

El libro comienza cuando RB, el narrador, recién alistado en una red social, recibe sorprendentes "solicitudes de amistad" de algunos de sus propios personajes literarios, principalmente los "frustrados", es decir aquellos de libros que se quedaron a medias.

El narrador es secuestrado y encerrado en una habitación virtual del Tánger de su infancia, donde los personajes le exigen que vuelva a escribir sobre ellos contando la historia de los hermanos Rafael y Margaret y su tía Araceli, a través de la memoria de sus vivencias adolescentes.

Los personajes de NWTY, de Alianza Editorial, actúan pues "con plena expresión de libertad", y todos ellos saben que la "nostalgia", palabra que no le gusta, es "una manipulación, más o menos consciente, de la memoria".

El título de esta novela es, en realidad, una ausencia de título, ya que está compuesto por siglas de No working title yet (todavía sin título de trabajo), una situación que, según el autor, ocurre con muchas vidas que, al acabar, tampoco lo tienen.

La obra de Buenaventura cuenta con un apoyo tipográfico que, explica, en su edición digital es superior a las de la novela en papel y con la que quiere reivindicar su libertad para escribir.

Aunque sostiene que su obra no es difícil de leer, admite que requiere tener un cierto "currículo literario", al igual que "cualquiera no puede leer poesía", porque, dice, "no hay tanta gente con talento para escribir bien ni para leer bien".

Pese a la revolución digital, Ramón Buenaventura está convencido de que al libro en papel le quedan muchos años y considera que, aunque el soporte de la literatura pueda cambiar, la creatividad "es una necesidad absoluta del ser humano, tanto del creador como del que receptor".

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