La espera como germen del deseo sexual

Jugar al gato y al ratón nos pone como una moto. Debe ser que el ser humano nace siendo masoquista pero es el sexo quien al final pone a prueba las habilidades para tropezarnos varias veces con la misma piedra y seguir andando por el terreno pedregoso. ¿Por qué si existen situaciones en las que está claro que dos personas quieren tener sexo no se consuma por eso del "tira y afloja"?

Vayamos por partes. A pesar de que la sociedad haya evolucionado, lo cierto es que a día de hoy los "aquí te pillo, aquí te mato" no están bien considerados. Ojo, no estoy diciendo que no se lleven a cabo sino que no se comparte la experiencia con el grupo de amigos mientras se toma un café. El sexo sigue siendo un tabú cuando se trata de saciar el instinto animal, tanto para hombres como para mujeres.

En segundo lugar, la espera nos hace impacientes y por tanto aumenta el deseo sexual. Entendemos por espera no solo el momento en el que por fin se consigue echar un polvo, sino a todo el ritual que hay por medio. Una llamada, un mensaje de whatsapp o un encontronazo premeditado surgido en la discoteca. Todo forma parte de un extraño ritual que convierte al ser humano en víctima en unas ocasiones y en verdugo en otras de esa espera sexual.

La tercera parte es que el ser humano juega al gato y al ratón por eso de "sentirse valorado." Hay quienes antes de echar un polvo se cercioran de que la persona es la indicada para compartir esa experiencia tan carnal. Un ramo de flores, la entrada a un concierto e incluso un mensaje de buenas noches pueden adelantar los acontecimientos pero... ¡¡¡ay amigo si no suceden!!! La gran culpa de la espera sexual pasa por la inseguridad que puedan tener una o las dos partes de la pareja.

Hacerse el duro puede parecer un mito pero admitámoslo, ¿quién no lo sigue haciendo hoy en día? Hacer esperar a la otra persona para recibir una contestación a su último mensaje, que pasen dos días sin dar señales de vida o poner la mejilla en vez de morrear con pasión son algunas de las cosas que nos hacen sentir el rival más fuerte. Hacerse el duro no es ni más ni menos que una forma de escudarse ante el miedo a lo desconocido, a la reacción de la otra persona o a un futuro compromiso.

Al final, la espera no solo sirve para aumentar el deseo sexual sino también para idealizar a la persona a la que nos estamos enfrentando. No es nada bueno poner en un pedestal a alguien de quien tan ni siquiera conocemos como piensa, como besa o qué es lo que siente. Mi consejo es que tirarse a la piscina de vez en cuando es bueno pero siempre con flotador.

Expresar los sentimientos no es nada malo, todo lo contrario. Hablar, comunicar y decir lo que uno siente libera el alma de posibles malentendidos, tanto para bien como para mal. Recordad que el tiempo es oro, y todo lo que dejemos de hacer, las oportunidades que se den de lado o lo trenes perdidos son humo que solo hace que aumente la nube de un deseo que en la mayoría de los casos es ficticio.

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