Ocho títulos de Liga, cuatro Champions, tres Copas del Rey, seis Supercopas de España, dos Supercopas europeas y dos Mundialitos. Y, sin embargo, el gran legado de Xavi Hernández en el Barça no fueron los títulos, fue algo diferente, algo casi mejor.

Xavi fue el estilo, la personalidad, la forma de afrontar cada partido. Él representó, en definitiva, el fútbol de toque. Cuidar el balón por encima de todo, darle mucha importancia a la posesión del balón, el dominio del partido por encima incluso del resultado.

Su pasión por el fútbol nació joven, inspirada por su padre, que fue futbolista del Sabadell, y de como tantos niños en aquellos años 80 tenía un amigo inseparable, el balón, con el que pasaba horas para 'desesperación' de su madre, siempre volvía cuando la comida ya estaba fría. No pasó desapercibido su enorme talento y a los 11 años se fue a La Masía, la inagotable cantera del Barça, para pulir su habilidad y convertir su sueño de ser futbolista en una realidad.

Debutó en el primer equipo en 1998 de la mano de Louis Van Gaal, y su papel fue clave. Pese a ser más veces suplente que titular, un gol suyo al Valladolid salvó la cabeza del entrenador holandés y fue el inicio de una gran remontada que acabó con el título de Liga.

Una oferta estuvo a punto de cambiar la historia, el Milan puso mucho dinero encima de la mesa para llevarse al jugador, y ante las pocas perspectivas de ser titular, a punto estuvo de aceptarla. Finalmente no pasó, la propia madre del futbolista se opuso rotundamente a que Xavi dejara el Barça, y una lesión de Guardiola le abrió las puertas de la titularidad la temporada siguiente y desde entonces el centro del campo culé ha sido propiedad de Xavi Hernández.

Su momento más duro fue en la campaña 2005/06, cuando una rotura de ligamento en su rodilla derecha le tuvo fuera de los terrenos de juego durante todo el final de temporada. Se perdió la final de la Champions ante el Arsenal, por lo que le quedó un sabor agridulce al no haber podido participar en la segunda Copa de Europa del club.

La peor época de Xavi Hernández llegó justo después de ese momento. Las críticas a su juego llegaron, se le acusó de ser poco decisivo para la posición del campo que ocupaba, de abusar del pase sin arriesgar, de no tener demasiada incidencia en el juego.

El de Tarrasa ha admitido que se llegó a plantear su salida del club, pero entonces llegó la Eurocopa de 2008, en la que fue elegido mejor jugador tras levantar el título con la selección española. Y todo cambió desde ese momento.

Guardiola llegó al equipo y sus ideas le vinieron como anillo al dedo a Xavi, que se convirtió en el mejor centrocampista del mundo y, junto a Messi e Iniesta, lideró la mejor etapa de la historia del club. Cayeron tres ligas seguidas y dos Champions en un trienio impresionante en el que a los títulos le acompañó un fútbol de fantasía. Ese Barça que tenía al de Tarrasa como líder será recordado como uno de los mejores equipos de la historia.

Pero los años no pasan en balde para nadie y su declive llegó. Con Roura el equipo tocó fondo en la eliminatoria ante el Bayern, y con el Tata Martino ya se vio que Xavi no era ese jugador que dominaba los partidos a su antojo. Estuvo a punto de abandonar el equipo a final de esa temporada, aunque aguantó un año más. Una temporada marcada por su suplencia, aunque siempre aportando, bajo las órdenes de Luis Enrique.

Dejó el Barça en el verano de 2015 uno de los mejores centrocampistas de su historia, uno de los mejores de la historia, y lo hizo a lo grande, con un triplete.