La llegada a Gap, meta de la decimosexta etapa del Tour de Francia, un clásico de los últimos tiempos en el marco de los merodeos por el Macizo Central, deparó una carrera con un inicio frenético (con más de 50 km recorridos en la primera hora)  y con una ramificación en dos pulsos: uno, real, por la etapa, nacido de una numerosa fuga y seleccionado en el Col de Manse, dificultad orográfica con su cima a doce kilómetros de la llegada, del que salió triunfante el veterano alicantino Rubén Plaza; y otro, latente, el de la general, donde poco pasó contra los intereses del británico Chris Froome pese a algunos movimientos de Alberto Contador, Vincenzo Nibali (el único que lograría abrir hueco, consolidado en la bajada para llegar con 20 segundos de adelanto) o Alejandro Valverde.

Los 201 killómetros hasta Gap, sinuosos, con un puerto cerca de meta de descenso técnico y estrecho, invitaban a aventuras en todas las dimensiones de la carrera: eran un guiño para los amigos de las escapadas y también para los hombres importantes de la general. Un día para fugas y para probaturas. Todo en uno. Sus intereses, es algo que solo puede proponer este deporte, pueden convivir en una misma jornada y en diferido. Y eso mismo pasó camino de Gap, donde el Col de Manse fue, como se preveía, el punto caliente. El de la emoción, en suma, decisivo para el éxito parcial y algo intrascendente para la general.

En sus rampas, poco después de su inicio, y tras la neutralización del australiano Adam Hansen y el austriaco Marco Haller, escapados desde unos kilómetros antes, los dos miembros de una numerosísima fuga (hasta 23 integrantes) que se gestó en los primeros 30 kilómetros, atacaría Rubén Plaza para conseguir una pequeña renta que lograría aumentar en la subida y consolidar en el descenso, un minuto que acabaría siendo medio sobre el eslovaco Peter Sagan (Tinkoff-Saxo), de nuevo segundo (y ya lo ha sido en dieciséis ocasiones entre todas sus presencias) y de nuevo con mucho protagonismo en carrera.

Sagan, el alemán Geschke, el francés Riblon y el eritreo Teklehaimanot fueron los que inicialmente trataron de echarle el guante a Plaza en la subida, pero sin éxito, lo que animó al eslovaco a tomar muchos riesgos, y a llevarse algunos sustos, en la bajada. Pero fue el suyo un acoso sin premio. Su apuesta no le daría resultado ante la buena defensa de Plaza, quinta presencia en el Tour de Francia, en otro tiempo señalado como un aspirante a hacer grandes cosas en su general, décimo de hecho en 2010, todo un campeón de España y con una carrera condicionada durante unos años por la operación Puerto.

Atrás, a más de 18 minutos de Plaza, con un rosario de intercalados (toda la fuga de hecho), con Nibali como vanguardia, llegaría el grupo de los grandes nombres de esta edición. Chris Froome defendió su maillot amarillo sin apuros, pero fue testigo directo de un momento espeluznante: en plena bajada Warren Barguil entra muy pasado en una curva y arrolla a Geraint Thomas, quien hace un recto, impacta con su cabeza en un poste y se marcha por un pequeño barranco. El galés, sin embargo, cruzaría la meta apenas 40 segundos después de los hombres que luchan por la general. Como si nada, afortunadamente. Y este martes, segunda y última jornada de descanso antes del atracón alpino.