Quico Taronji, sobre su naufragio: "El mar estará ahí siempre, y mis aventuras con él continuarán"

  • Quico Taronjií salió en agosto del Club Marítimo de Sotogrande con un propósito: surcar en un kayak convencional el Mediterráneo.
  • Naufragó el pasado domingo, aplastado "por la ola perfecta".
Quico Taronji, en plena travesía.
Quico Taronji, en plena travesía.
JAVIER MOLINA
Quico Taronji, en plena travesía.

El pasado 26 de agosto, Quico Taronjií salió del Club Marítimo de Sotogrande con un propósito: surcar en un kayak convencional el Mediterráneo. Recorrer casi 4.000 kilómetros, pasar por seis países (España, Italia, Túnez, Malta, Grecia y Turquía) y vivir casi tres meses en una embarcación de apenas seis metros cuadrados no era, desde luego, una tarea fácil.

Todo iba bien hasta que el pasado domingo al mediodía, entre Cerdeña y Túnez, Taronjí se encontró con un temporal a diez kilómetros de la costa. "Las olas eran enormes, y una de ellas rompió parte de la embarcación dejándome a la deriva y sin gobierno".

Lo cuenta, por suerte, el propio Taronjí, que se vió aplastado por "la ola perfecta" cuando realizaba una llamada de emergencia. Resultado: perdió la comunicación, zafarrancho, kayak boca abajo y una realidad con la que el aventurero y periodista ya había contado, pero ante la que esperaba no enfrentarse: la posibilidad de que todo saliera mal.

A la deriva, en medio de olas enormes, Taronjí tuvo que deshacerse de todo lo que llevaba para quitarle peso a la embarcación y empezó a pedalear. "Pasaron horas", explica, hasta que me aproximé a una playa y me dejé llevar. La última ola fue enorme, me sepultó y me separé de la embarcación... Pero llegué a tierra".

En plena noche llegó a la playa, sin ninguna manera de comunicarse, tuvo que enterrarse en la arena e intentar dormir hasta que se hizo de día. Lo consiguió y, ya con luz, llegó hasta una cabaña donde un tunecino le prestó su ropa y le permitió lavarse con un cubo y agua caliente. Un desayuno con huevos de corral, unas tortas de maiz y vuelta a "la civilización", donde el Consulado español le trajo rápidamente a España.

¿Miedo a haber muerto? Más que miedo... Respeto. "El mar estará ahí siempre", asegura, "y mis aventuras con él continuarán. Eso sí: he conocido parte de mí, he cambiado como persona. No sé si decir que he madurado, porque eso suena algo fuerte, pero he hecho un viaje interior".

En su viaje de vuelta, exterior, le esperaban muchos amigos preocupados ("perdí un spot y dejaron de seguirme en Google Maps... Además lo activaba manualmente, con lo que pensaban que me podía haber pasado cualquier cosa") y, sobre todo, su madre. "Al verme me dió un abrazo que me escacharró". Aventura frustrada (eso sí: ha batido varios récords con ese tipo de embarcación), pero final feliz.

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