La frase más destacada que Jürgen Klopp dejó en su presentación con el Liverpool fue que su misión era convertir a los incrédulos en creyentes. Era una buena forma de definir el estado anímico de la afición del equipo red, un gigante venido a menos que, en los últimos tiempos, sólo había peleado de verdad en una ocasión la Premier League, un bagaje demasiado pobre para uno de los clubes más importantes no sólo del fútbol inglés, sino de toda Europa.

El famoso resbalón de Steven Gerrard contra el Chelsea dejó al Liverpool de Brendan Rodgers sin la opción de ganar el título, y tras la salida de piezas importantísimas como Luis Suárez, el equipo entró en una espiral muy negativa de la que no ha salido hasta que Jürgen Klopp aceptó dirigir el barco red en octubre de 2015.

En esa primera media temporada, su rendimiento no mejoró al logrado por Brendan Rodgers, y a pesar de meter al equipo en la final de la Europa League que acabó perdiendo con el Sevilla, el octavo puesto liguero no dejó un balance positivo. Sin embargo, el feeling de la afición con el alemán fue muy positivo desde el primer momento, y esa confianza ha permitido que el Liverpool haya mejorado de forma indiscutible.

En su primera temporada completa, el Liverpool se metió en la Liga de Campeones, y en este segundo curso –donde tiene al alcance de la mano de nuevo la clasificación para la máxima competición de clubes- el gran éxito ha estado en haber alcanzado las semifinales, algo que a pesar de la grandeza del club, no se esperaba en absoluto. Ahora llega como gran favorito al doble enfrentamiento ante la Roma, y no cabe duda de que la gran mayoría de aficionados reds tiene en el ex del Borussia Dortmund un líder al que admira sin discusión. Klopp logró su objetivo: ahora, todos creen.