Valverde retiene el liderato en la sexta etapa de la Dauphiné en la victoria de Sorensen

  • En el final de la sexta etapa de la carrera.
  • Aventaja en 39 segundos a Evans.

Alejandro Valverde le ha cogido el gusto a vestir el jersey de líder en el Dauphiné Libéré. El murciano, cauteloso tras concluir tercero en el prólogo, ha ido ganando en confianza.

Dos victorias de etapa, una de ellas contra el crono, le han aportado una carga moral extra de cara al Tour. Triunfos en las carreteras. Respaldos psicológicos. Tras la etapa de Morzine, el corredor no ocultaba sus intenciones: “Quiero ganar esta carrera”.

Y el líder, en la etapa reina del Dauphiné, defendió su privilegiada posición nada menos que sobre 233 kilómetros entre Morzine y la estación invernal de La Toussuire, una kilometrada que, además, incluía como primer plato del menú la ascensión al eterno Col de la Croix de Fer (2.067 metros). Puertos alpinos, largos; quizá no tan duros como los Pirineos. Pero asfixiantes, en todo caso, por el calor y el ritmo. Y con ataques.

Valverde concluyó el quinto en una etapa donde la gloria del día fue para el danés Chris Sorensen (CSC), que fue el más pillo tras más de seis horas de bicicleta, y en donde Evans pasó al ataque. Sorensen Se metió en la fuga buena, compuesta por catorce hombres, y atacó cuando debía hacerlo: en el inicio de La Toussuire. Cuando quisieron reaccionar algunos de sus compañeros, como los españoles Mikel Astarloza (Euskaltel) y David Lopez (Caisse d'Epargne) y el francés Di Gregorio (Française des Jeux), Sorensen volaba con más de un minuto de margen.

Sorprendió hasta el pelotón. Más que nada porque en esa fuga de catorce ciclistas se lograron meter dos, el ruso Vladimir Efimkim (AG2R) y el francés Roland (Credit Agricole), que resultaban peligrosos para la general en caso de que hubiese muchos minutos por el medio. El Caisse d'Epargne tiró del pelotón para evitar una minutada y, con un trabajo efectivo, evitó que las diferencias se desmadrasen. Así se pasó la Croix de Fer. Y la victoria de etapa, para muchos, era algo factible gracias al trabajo de los hombres de Valverde. Los fugados estaban “ahí”.

Valverde, sereno

En el llano previo a La Toussuire y en los primeros kilómetros de subida, fue el Rabobank el que comenzó a marcar un fuerte ritmo para su hombre fuerte, Gesink, que buscaba la etapa y mejorar algo en la general. La fortaleza de Sorensen, que no cedía tiempo, comenzó a generar dudas atrás. Rabobank dejó de tirar y el relevo lo cogió el Silence-Lotto de Cadel Evans. Mientras, a lo suyo, Valverde pedaleaba bien plantado en el grupo y ya quedaban menos de diez para el final.

No sería tan fácil. A cinco de la meta atacó Evans, pura dinamita en cada pedalada sobre sus pedales, y logró abrir un pequeño hueco. Valverde, con ese estilo suyo tan poco estilizado, en el que parece que le cuesta un mundo mover el desarrollo, se aferró a la reacción de Gesink dentro de un grupo de seis ciclistas. El reloj hablaba de unas diferencias entre Evans y Valverde de no más de seis segundos.

Pero a la fiesta se sumó Leipheimer (Astaná). El tercero en la general demarró, conectó con Evans y se marcharon hacia la cima. Valverde no tuvo más remedio que reaccionar por detrás y coger personalmente las riendas de la persecución. La facilidad era relativa. A Valverde, se nota, la montaña le cuesta mucho más que otras disciplinas. Pero antes del último kilómetro, el murciano había solucionado todos sus problemas. Hubo algún conato posterior que permitió a Leipheimer llegar, tercero, con algunos segundos de margen. Un daño mínimo. Y Valverde, a falta de una etapa, sigue líder.

Para el domingo, el Dauphiné llega a Grenoble, la última meta, con una etapa corta, 128 kilómetros, con tres puertos en le recorrido. El último examen de un Alejandro Valverde que acaricia la victoria final. 39 segundos le separan de Evans.

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