El duelo por excelencia del fútbol español, el que enfrenta cada año al Real Madrid y al Barcelona, ha generado desde su origen un aluvión de deliciosas anécdotas, la mayoría con la enemistad y la tensión como principales condimentos.

En 1912, año en el que se disputó uno de los primeros clásicos, se registró una polémica que inauguró la espiral de controversias arbitrales que habitualmente han salpicado a este emparejamiento.

Y es que los jugadores del Barcelona se retiraron del campo a falta de doce minutos para la conclusión de la semifinal de Copa por sentirse perseguidos por el árbitro.

Crispación arbitral

Para llegar a los dos principales focos de desencuentro con los trencillas, avancemos seis décadas y situémonos en 1970.

Emilio Guruceta, legendario colegiado, decretó como penalti una falta de Rifé a Velázquez fuera del área durante una eliminatoria de cuartos de final de Copa en el Camp Nou, lo que desató unos incidentes de tales dimensiones que se suspendió el partido antes de finalizar y el público acabó invadiendo el césped del Camp Nou.

Dos años antes, en 1968, una final de Copa celebrada en Madrid pasó a la posteridad como "la final de las botellas" por la cantidad de envases de vidrio y objetos que lanzó el público apesadumbrado por el triunfo (0-1) conseguido por el Barcelona y enfadado por un penalti no señalado. Desde entonces, se prohibió la venta de bebidas en envase de cristal en los campos de fútbol españoles.

Genitales, butifarras, mecherazos...

La historia moderna de los clásicos está repleta de anécdotas, y ha sufrido un progresivo agravamiento de esta hostilidad mutua. Así, a finales de 1990, el búlgaro Stoichkov pisaba al colegiado Urizar Azpitarte en plena final de la Supercopa. Este partido acabó con victoria madridista en el Camp Nou (0-1) y un gesto del mexicano Hugo Sánchez hacia la grada tocándose los genitales.

Siete años después, en 1997, el brasileño Giovanni culminaba el último triunfo liguero del Barcelona en Madrid con un gol en los últimos minutos que celebraba dedicando varios cortes de manga a los 105.000 aficionados que abarrotaban el Bernabéu.

Un gesto, por cierto, que emulaba el realizado por Bernd Schuster, de azulgrana, en 1983 al que posteriormente sería su público. Irónica circunstancia que también vivió Figo con su mítico: "vikingos, llorones, saludad a los campeones" en una celebración de un título barcelonista.

También en 1997, Roberto Carlos fue alcanzado por un mechero lanzado desde la grada que le hizo una brecha en la cabeza. Dos años después Raúl González marcaba en el Camp Nou y hacía callar llevándose el índice a los labios, dejando para el recuerdo una de la estampas más inolvidables de la historia reciente del balompié.

Máxima indignación con Figo

Pero la crispación máxima llegó en las visitas de 2001 y 2002 de Luis Figo al Camp Nou. Es un duelo que añadió un capítulo más, quizá el más volcánico, a la historia del transfuguismo de jugadores entre ambos clubes. Desde Josep Samitier a Figo, pasando por Schuster, Lucien Muller, Laudrup, Gica Hagi, Luis Enrique o Ronaldo, sin olvidar el enfrentamiento de los años 50 con Alfredo di Stéfano como protagonista.

Figo guarda entre sus peores recuerdos el primer recibimiento de la que fuera su afición. La pancarta de "Judas" con la que en su día recibieron a Laudrup, queda minimizada al lado del lanzamiento masivo de objetos, sarcásticos billetes con el rostro del portugués incluido, que obligó a la suspensión momentánea del encuentro.

Esta agitación se repitió en noviembre de 2002 cuando llegó a caer al césped hasta una cabeza de cochinillo, símbolo del odio personificado a un jugador del eterno rival.