El Real Madrid se proclamó campeón de la Copa del Rey este domingo tras imponerse a un combativo Barça por 96-85 en un partido marcado por la igualdad en el parqué del pabellón Martin Carpena. Blaugranas y merengues pugnaron con todo durante todo el duelo por desequilibrar el marcador, pero las fuerzas de los hombres de Grimau flaquearon en un último cuarto en el que el Real Madrid volvió a sacar músculo para llevarse el quinto Clásico del curso y el trofeo a casa. 

El Barça arrancó la final un paso por delante, desde el salto inicial hasta la primera canasta, un empuje feroz que era toda una declaración de intenciones reflejada en cada intentona de Jabari Parker, líder de los culés. 

Este arranque, sin embargo, no pilló por sorpresa a los merengues. Tavares se plantó en defensa y repartió una clase magistral de tapones, mientras que en ataque los hombres clave fueron Campazzo —a la postre MVP— y Musa, el encargado de torpedear el aro blaugrana desde la línea de tres. Los de Chus Mateo, favoritos sobre el papel, consiguieron una ligera ventaja que Laprovittola y Satoranski recortaron hacia el 19-19 del primer cuarto.

El resultado hablaba por sí solo, alto acierto y mucha igualdad, tónica definitoria de lo que sería el devenir del partido. El duelo del segundo cuarto todavía más intenso, con las muñecas calientes y la aparición de dos nuevos protagonistas: Hezonja por el Real Madrid (con 12 puntos en el parcial) y la dupla Jakubaitis-Brizuela por los blaugrana.

Aunque los minutos finales previos al descanso fueron para Poirier, hombre con mayor valoración del duelo, y Kalinic, anotador de un triple de larga distancia desde la bocina para dejar por delante a los blaugrana antes del intermedio.

El encargado de recoger el testigo de esa inercia fue Vesely, músculo blaugrana durante un tercer cuarto que, más allá de la alternancia en el electrónico, constató el efecto de la batuta de Campazzo. El argentino se convirtió en el director de orquesta, el omnipresente jugador que daba sentido a la estructura defendida por Poirier y al ataque feroz del incorporado Deck. 

En ese guion constante se desarrolló el tercer parcial y el inicio del cuarto, cuando la pizarra de Chus Mateo se impuso a las maltrechas fuerzas de los blaugranas. El sucesor de Laso contaba con Campazzo como mejor aliado en la cancha, excelso también en el apartado anotador del último cuarto (nueve puntos) para terminar de cocinar el trofeo MVP y con su ritmo, y la garra de Yabusele, encontró la grieta de un Barça sostenido por Satoransky y Parker.

Hallado el 'hueco', los madridistas apretaron con todo hasta hundir el buque blaugrana por cuarta vez esta temporada y hacerse con una ventaja ya irremontable de más de diez puntos. El Madrid, vigente campeón de Europa, reconquistó, de nuevo en Málaga, el título ganado por última vez en la misma ciudad en 2020 y colocó su vigesimonovena Copa del Rey en sus vitrinas.