Uno de los mejores alicientes de UFC Austin era la pelea entre Bobby Green y Jalin Turner en el peso ligero y, la verdad, es que la pelea no defraudó. Green, de 37 años, se enfrentaba a uno de los peleadores más altos de la división e iba a verse obligado a arriesgar mucho para poder imponerse. El riesgo, de hecho, fue demasiado y el estadounidense terminó noqueado por Turner.

No duró mucho la contienda, tan solo un asalto, aunque la parte final se nos hiciera una eternidad. Green trató de trabajar las piernas de su rival con patadas que buscaban desestabilizar la rodilla de Turner y luego, de vez en cuando, trataba de entrar en la distancia y conectar golpes duros. El problema para Green es que Turner no tardó en ver su jugada y le conectó varios golpes rectos por dentro.

Pese a que las cosas no pintaban bien para Green, el luchador estadounidense pensó que podía superar a su rival con su boxeo. Pero nada más lejos de la realidad. Turner descifró la secuencia de cabeceo de su rival, colocándole un 1-2 que lo mandó a la lona.

Escándalo arbitral

A partir de ahí comenzó uno de los peores arbitrajes de UFC que se recuerdan. Green había caído a la lona prácticamente a plomo, algo que ya de por sí habría sido motivo suficiente para detener el combate. Pero no sabemos muy bien qué le pasó por la cabeza al árbitro porque no lo hizo, permitiendo que Turner le diera una docena de puñetazos a una persona prácticamente inconsciente. En este sentido, la pelea o, mejor dicho, el árbitro, sí que defraudó. Fue un escándalo.