En el último momento he cambiado el tema de esta columna. Iba a escribir sobre Shakira y unas declaraciones que ha hecho sobre la industria musical en España, pero se me han cruzado por delante otra cantante (a la que también amo) y otro futbolista (al que admiro en todos los sentidos) Hoy, este texto va de Beckham y Victoria. O mejor dicho, de Victoria y Beckham.

El recién estrenado documental de David Beckham en Netflix está sacando a la luz muchos aspectos de la vida del astro del fútbol que miles de personas desconocían. ¿Alguien sabía que es un friki de la apicultura? De todo este desconocimiento generalizado, me quedo con un tuit que he leído hoy, en el que un chico, entiendo que muy joven, flipa en colores al descubrir que Victoria era una de las Spice Girls. Y es que… ¡hay mucho por descubrir de Victoria Adams! (Su nombre de soltera).

David Beckham es un genio, un fuera de serie, un niño al que un padre (casi tan obsesionado con su éxito como el de Beyoncé o el de Michael Jackson) exprimió hasta la extenuación para alcanzar la perfección. Un joven que con 23 años tuvo que soportar el peso del injusto odio generalizado de una nación de hooligans ingleses tras la eliminación de su selección del Mundial del 1998. En un momento en el que no se hablaba de salud mental, Beckham fue un tipo que se deconstruyó y reconstruyó. Un hombre que apoyó la diversidad desde su, nada frágil, masculinidad, un tío al que se lo pusieron bastante difícil y que, si no hubiese tenido a su lado a alguien como Victoria, quizás su historia se estaría contando de un modo diferente.

¡Qué gran victoria, Victoria! Al final quizás es verdad eso de que ‘detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer’. Ya es momento de que ellas estén delante. Aunque Victoria nunca estuvo detrás. Siempre al lado.