Elías Israel Periodista
OPINIÓN

Los Juegos en los que descubrimos casi todo

  • Así viví en primera persona los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.
Pebetero Barcelona 92
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COI
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Llevaba apenas un año y tres meses en Marca cuando me comunicaron que estaba acreditado para cubrir los Juegos Olímpicos de Barcelona. En principio, se trataba de replicar una pequeña parte de la redacción en el centro de Prensa y estar atentos a los deportistas españoles por si caía alguna medalla española para salir pitando a la sede correspondiente. Para un simple redactor de fútbol, con poca experiencia, un caramelito.

Mi primer recuerdo fue una memorable bronca de Joan Gaspart, entonces vicepresidente del FC Barcelona, a todo el equipo de enviados especiales porque Marca no le había dedicado la portada íntegra del diario a la ceremonia inaugural y a la icónica imagen de Antonio Rebollo encendiendo el pebetero olímpico tras el vuelo de su flecha.

Nadie, ni el más optimista, podía imaginar lo que estaba por venir. Apenas comenzada la competición, Myriam Blasco se había metido en las semifinales de judo y la primera medalla podía caer. Salí disparado y confieso, con el máximo rubor, que jamás había visto un combate de judo en directo. No conocía ni siquiera el sistema de puntuación. Un compañero me recomendó que pidiese ayuda a la responsable de Prensa de la sede. “Necesito hacer la mejor crónica de judo de este país y no tengo ni la más remota idea”, le espeté. Jamás agradecí su diligencia para ponerme a un judoca profesional a explicarme lo que estaba pasando sobre el tatami. El anverso de todo gran deportista es que detrás suya suele haber alguna historia de superación que contar. Myriam había perdido en un accidente de moto a su entrenador Sergio Cardell tres semanas antes de los Juegos. Dudó si participar incluso en Barcelona. Me fui a ver el combate final junto a los padres de Myriam y aún hoy se me eriza la piel recordando aquella emoción.

El sinfín de recuerdos se agolpa: la multitudinaria rueda de Prensa de Michael Jordan; la madre del tirador que quería pegar a los periodistas porque durante cuatro años nadie le había hecho una entrevista; la tremenda emoción de vivir durante la final de fútbol el oro de Fermín Cacho en los 1.500; madrugones para llegar al briefing del COE a las 7:30 de la mañana y acabar tan extenuados como orgullosos a las 12 de la noche en Badalona; la frustración de tocar la historia muy cerca, pero no poder vivir más deporte en directo.

Con el tiempo valoramos la fortuna de haber vivido el acontecimiento que cambió el deporte español y la ciudad de Barcelona para siempre. Fue un máster en buscarnos la vida, en contar historias y sentirnos privilegiados por hacer lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Aprendimos a valorar a los especialistas. Recibí varias reprimendas, la más sonada por escaparme a ver un rato del Dream Team a la hora de comer y una sola felicitación… por la crónica del judoca…

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