Siete años después de su debut en la Fórmula 1, y después de haberla tenido en la punta de los dedos demasiadas veces, por fin Carlos Sainz ha logrado este domingo su primera victoria en la máxima categoría del automovilismo mundial. 

Una victoria que le convierte en el segundo piloto español en lograr una victoria en el Gran Circo después de Fernando Alonso, el único que lo había logrado hasta la fecha en toda la historia. Pero el triunfo en Silverstone también consagra a Sainz como uno de los grandes y lo sitúa entre la élite de la Fórmula 1, en el selecto grupo de pilotos que han pisado lo alto del podio. Muchos lo han intentado y muy pocos lo han conseguido: apenas 112 pilotos a lo largo de los últimos 72 años.

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La deseaba y la necesitaba Carlos. La victoria era este año, en su segunda temporada en Ferrari, prácticamente una obligación para el madrileño, pero el infortunio se le había cruzado demasiadas veces para arrebatársela. Alabado y querido por sus jefes de equipo, nadie dudaba de su talento, pero conforme avanzaban las carreras se le exigía cada vez más, se le pedía subir el último peldaño después de 11 podios logrados, algunos aficionados empezaban a dudar... hasta este domingo. 

La victoria era este año, en su segunda temporada en Ferrari, prácticamente una obligación para el piloto madrileño

Carlos ha dado un golpe encima de la mesa y ha demostrado que sí, que dentro tiene alma de campeón y que sus límites (esos que algunos le querían marcar antes de tiempo) no están todavía escritos.

Nacido en septiembre de 1994 (27 años) y mamando el motor desde la cuna (con un mito de los rallies como padre no podía ser de otra forma) Carlos empezó muy joven a pilotar en los karts y pronto eligió un camino distinto al de su padre al decantarse por los circuitos en lugar de la tierra y las piedras.

Despuntando ya en categorías inferiores, como en la Fórmula Renault, la oportunidad de la Fórmula 1 le llegó con solo 18 años, cuando se estrenó en los test de jóvenes pilotos de Silverstone probando un Toro Rosso y un Red Bull. Dejó tan buenas sensaciones que la marca de la bebida energética lo fichó para debutar como piloto oficial de Toro Rosso en 2015, formando pareja con Max Verstappen.

Ese inicio paralelo al de Verstappen ha sido, a veces, una losa por las continuas comparaciones con el genio holandés. Fue precisamente el holandés quien bloqueó su progresión con Red Bull y Carlos tuvo que buscarse las castañas lejos del paraguas de la bebida energética, primero con Renault y luego con McLaren. 

Fue en el equipo de Woking donde demostró que podía ofrecer mucho más, que solo necesitaba un coche mejor, y esa oportunidad le llegó el año pasado con la llamada de Ferrari. En Maranello, de nuevo, se encontró de compañero a un joven talento como Charles Leclerc, con quien sigue compartiendo el box, pero Sainz ha demostrado estar a la altura y poner en duda el liderazgo dentro de la escudería. Esta victoria y la pole del sábado le dan, sin duda, argumentos para ello.