El Real Madrid pierde pero tira de épica en otra noche memorable de Champions y está en semifinales

Los jugadores del Madrid, tras el gol decisivo de Benzema en la prorroga.
Los jugadores del Madrid, tras el gol decisivo de Benzema en la prorroga.
EFE
Los jugadores del Madrid, tras el gol decisivo de Benzema en la prorroga.
"Cuanto más se sufre, más feliz estoy", dijo el técnico italiano.
ATLAS

Este Real Madrid tiene algo imposible de describir que le hace superar, uno tras otro, a rivales superiores tanto sobre el papel como sobre el campo. Puede ser el peso del escudo de la camiseta. O la Copa de Europa, tan mitificada en el club o su afición, es difícil saberlo. Lo único cierto es que los blancos están de nuevo en semifinales tras eliminar al vigente campeón de Europa, un equipo que fue superior en el Bernabéu y que llegó a ir por delante en la serie pero que no le fue suficiente. La magia y constancia de Modric y otro gol más de Benzema colocan a los de Ancelotti a un paso de la final de la Champions.

No tenían nada que perder los ingleses, y Tuchel sorprendió con una alineación ofensiva, consciente de que debían ir a por todas: adiós a los tres centrales y un once muy, muy al ataque.

Pese a ello, no se sintió excesivamente incómodo el conjunto madridista, que miró a los ojos al campeón continental con la intención de no ceder demasiado pese a la ventaja de la ida. Pero los blues golpearon primero, el escenario tan temido por el equipo de Ancelotti. Un balón suelto que ganó Werner le llegó a Mount, que no perdonó para acortar la diferencia, reducida a tan solo un gol.

El golpe dejó tocado al Madrid, muy tocado. Solo un heroísmo de Benzema parecía poder rescatarlo, pero esta vez la inspiración del galo no llegó, o no fue suficiente. Un disparo suyo con la zurda que se perdió alto fue el único acercamiento de los blancos en una gris primera parte en la que el dominio del Chelsea fue total, absoluto. Ancelotti había repetido el plan de la ida, con Valverde de falso extremo para reforzar el medio, pero nada tuvo que ver el equipo blanco con el de Stamford Bridge.

Cierto es que no tuvieron los ingleses ocasiones claras desde el gol, con un disparo de Rudiger como muestra de la impotencia visitante pese a su dominio, pero el partido estaba claramente donde quería Tuchel.

La segunda parte empezó aún peor que la primera, y un cabezazo de Rudiger tras un saque de esquina confirmó el peor de los escenarios para los madridistas cuando apenas se habían disputado 50 minutos: el tanto igualaba la eliminatoria, con la sensación de que los blancos estaban muy tocados y los ingleses tenían el partido donde querían.

Estaba el Madrid como esos boxeadores que aguantan sobre el ring un golpe tras otro, con la sensación de que en cualquier momento iba a llegar el derechazo que le enviaría a la lona. Una pérdida de Mendy, que no es Zidane pese a que en muchos momentos se lo crea -y hasta lo parezca-, propició un veloz ataque que Marcos Alonso culminó con un derechazo e la escuadra. El VAR, sin embargo, salió al rescate de los blancos, el balón había dado en la mano del lateral y gol fue anulado.

La eliminatoria estaba desiquilibrada, y solo una genialidad de Benzema podía cambiarla. Sin embargo, el galo no encontraba su increíble inspiración de sus anteriores noches europeas, y un remate suyo de cabeza a pase de Mendy se estrelló en el larguero.

Fue un espejismo, una ilusión, pues el Chelsea seguía siendo amo y señor en el campo. Llegaba al área con una facilidad sorprendente y en una de ellas, Werner se sacó una fantástica jugada en la que, tras varios recortes, logró sacar un disparo que Courtois no logró despejar.

El 0-3 era tan rotundo, tan contundente, que -casi- nadie esperaba ya nada que no fuera una eliminación del Real Madrid. Y entonces, cuando menos esperanza parecía haber para los blancos, apareció el orgullo. Y el exterior de Modric. Una asistencia imposible, que solo el croata podía dar, dejó solo al recién incorporado Rodrygo, que no falló.

Quedaban poco minutos del tiempo reglamentario, y el Chelsea lo intentó, como si supiera que no podía dejar con vida al Madrid. Pulisic tuvo un par de remates que no logró embocar, y el choque se iba a la prórroga.

Los 30 minutos extra fueron mucho más igualados de lo que había sido el partido, con el Madrid creyendo en el milagro. Porque ya llegar con vida a ese tiempo añadido era casi algo homérico. Y pese al dominio del Chelsea, la desigualdad sobre el campo no era ya tan evidente, y entonces llegó la oportunidad que había estado esperando el equipo blanco. Vinícius ganó la banda izquierda y su centro, preciso, encontró a Benzema, quién si no, para dar el pase a las semifinales.

Quedaba toda la segunda parte, pero el Chelsea había perdido la fe ante un equipo repleto de ella cuando peor le vienen dadas. El billete era blanco.

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