Para un niño, un cumpleaños bordea los límites de lo sagrado. Los regalos y su tentador secreto envuelto en celofán rojo, la casa repleta hasta su última esquina por un amigo en miniatura, la gigantesca tarta en la que refulgen cinco imponentes velas… Y, justo cuando el protagonista del día hincha los carrillos para soplar, suena el teléfono. Y quien llama es la asistenta de Stanley Kubrick. Lo acaban de contratar para su próxima película. Así le ocurrió a Danny Lloyd, que cumplió el pasado 13 de octubre 51 años.
El pequeño Lloyd nunca se había puesto delante de una cámara, lo que no impidió que su padre respondiese, con una foto de su hijo, al anuncio que el director de Espartaco había difundido en la prensa local. “Creo que lo hizo para tomarme el pelo”, contó Lloyd en una de las pocas entrevistas que ha concedido durante toda su vida. Kubrick, no obstante, se tomó la broma en serio y, unas pocas audiciones más tarde, Danny Lloyd, con sus flamantes cinco años y un corte de pelo a tazón que lo atormentaría el resto de su existencia, encabezaba el reparto de una película junto a Jack Nicholson y Shelley Duvall.
Ni sustos ni triciclos
Lloyd entró al imponente Overlook guiado por dos promesas que nunca se cumplieron: que la película en la que iba a trabajar era un drama y que, una vez rodada, le regalarían el triciclo rojo en el que Danny (que comparte nombre con su personaje) cabalgaba por los pasillos del hotel.
Kubrick consideró que si Lloyd no sabía de qué trataba la película, mejor para el niño y, seguramente, para el propio rodaje, que habría tenido que interrumpirse cuando el joven actor, en un ataque de pánico, implorase que lo sustituyesen. Lloyd se formó su propia idea sobre el argumento: El resplandor contaba la historia de una familia corriente que se va a vivir a un hotel como otro cualquiera, exceptuando el hecho de que ese estaba vacío. Aunque Lloyd no lo reconoce en su entrevista, su versión de El resplandor insinúa que el niño se imaginaba actuando en la película más aburrida de todos los tiempos.
Sus recuerdos del rodaje son sorprendentemente felices: Entre toma y toma, el intimidante Kubrick se convertía en su compañero de juegos y, juntos, echaban carreras por los estudios y competían para ver quién encestaba más tiros libres. Shelley Duvall, a la que hizo repetir más de cien veces la secuencia del cuarto de baño ocasionándole un daño psicológico quizá irreparable, miraría con envidia a Danny Lloyd, ya convertido en un respetable hombre al límite de la tercera edad, cuando este dijo que su peor experiencia relacionada con El resplandor es que un utilero le prometió que el triciclo de Danny Torrance sería suyo pero “esperé y esperé y nunca me lo dieron”.
El profesor Torrance
Jack Torrance, al que dio vida (para desasosiego de su creador, Stephen King) un alucinado Jack Nicholson, era profesor además de novelista. Y algo de esto lo heredó su hijo en la ficción, Danny Lloyd, que se retiró del cine tras El Resplandor (si salvamos un telefilme que coprotagonizó junto a Robert Conrad). Durante años, se le perdió la pista y los rumores empezaron a circular: Lloyd había enloquecido tras El resplandor. Otro actor destrozado por Kubrick. Lloyd odiaba tanto su papel que ahora vivía en el anonimato. “Tiene seis hijos y trabaja en una granja de vacas”, fue la teoría mejor recibida. Y, aunque falsa, no lo era del todo.
Lloyd estudió biología y, para pagarse la carrera, aceptó un empleo en una granja. “Soy del medio oeste”, se excusó en su entrevista. “Aquí los trabajos temporales se hacen en las granjas”. Con el tiempo, Danny Lloyd alcanzó el puesto de profesor asociado en una universidad de Kentucky, en la que aprendió muy pronto a mantener su pasado bajo llave: en cuanto los alumnos se enteraban de que el hombre encargado de enseñarles a distinguir un alacrán de un ciempiés era Danny Torrance, volvían los ojos y se ponían a murmurar “redrum” hasta que el profesor detenía la clase.
Lloyd sólo volvió al cine en una ocasión: cuando Mike Flanagan dirigió Doctor sueño, continuación de El resplandor en la que Ewan McGregor interpreta a Danny, Lloyd se deja ver en un pequeño cameo como espectador en un partido de béisbol. “Mira a ese chico. Tiene un talento natural”, dice su personaje como si, en realidad, el niño al que estuviese observando fuera aquel que descolgó un teléfono el día en que cumplía cinco años.
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