Llevamos casi un año con un gobierno en funciones, hemos votado dos veces, la crisis política se ha llevado por delante  ya a un secretario general del PSOE, antes vimos a Izquierda Unida perder la mitad del nombre para intentar rentabilizar votos en Unidos Podemos, Podemos ha frenado su ascensión en seco, Ciudadanos ha perdido la virginidad, los tribunales desnudan cada día un poco más al PP… todo esto ha pasado y pasa ante nuestros ojos, radiado y televisado a diario como si fuera una serie de televisión norteamericana. Nunca antes las cartas han estado tan claras sobre la mesa.

Y sin embargo, a 25 días de que acabe el plazo para investir a un presidente del gobierno o disolver las Cortes y llevarnos otra vez a las urnas, pretenden salir del embrollo disimulando.

El PP trata de disimular que llegados a este punto prefieren terceras elecciones para intentar fagocitar a Ciudadanos, estirarse por encima de los 137 diputados y gobernar con pactos o sin ellos pero en mejor posición. Ese escenario, volver a ser la fuerza más votada y crecer en votos y escaños, les permitiría disimular a su vez que Rajoy no ha asumido responsabilidades políticas por la sucesión pillajes y saqueos presuntamente cometidos por cargos populares que vamos a escuchar en los tribunales a lo largo de los próximos meses.

En el PSOE, la nueva gestora y sobre todo los barones territoriales que le ganaron la batalla a Pedro Sánchez, necesitan disimular que la única manera de evitar nuevas elecciones es abstenerse para que gobierne el PP. No quieren regalarle a Sánchez el relato de que lo tumbaron para hacer presidente a Rajoy. Y pretenden que el viaje a la abstención sea algo así  como el parte meteorológico que anuncia algo irremediable: Llueve, saquen el paraguas. Votación, me abstengo.

A Podemos la crisis socialista le permite disimular que ellos mismos no tenían claro como relacionarse con el PSOE en el caso de que se hubiera explorado de verdad una gobierno alternativo. Cuánta proximidad a ‘la casta’ les viene bien y cuánta les quema. Seguir atrincherados en el discurso o fajarse en la trabajosa y decepcionante realidad de lo posible. Y en torno a ese debate de fondo empieza a configurarse ya una doble estrategia que encarnan en casi cada declaración Pablo Iglesias e Iñigo Errejón.

Y Ciudadanos necesita disimular como sea que fuera de Cataluña y sin la cara de Albert Rivera como reclamo electoral son todavía sólo un proyecto sin apenas implantación. Su único capital es la cintura que han demostrado para negociar a derecha e izquierda pero se ve que la cintura política cotiza poco en este momento  de la Historia porque desde el 20 de diciembre las urnas solo les dan disgustos. Como para querer ir a terceras elecciones generales.

Disimular, en la era de Internet. Pero ¿en qué mundo viven?