JOSÉ ÁNGEL GONZÁLEZ. ESCRITOR
OPINIÓN

El universal roce de nalgas de Facebook

José Ángel González, escritor y periodista.
José Ángel González, escritor y periodista.
JORGE PARÍS
José Ángel González, escritor y periodista.

Hace unos días, un escritor profesional, profesor universitario en nónima e influencer virtual con caja registradora añadida, me rebajó de condición (de amigo con derecho a roce a simple usuario de posts abiertos, navegante de patera) en su muy concurrido Facebook (5.000 seguidores). Habíamos mantenido en público la jornada previa un intercambio de opiniones, contrarias pero no sangrientas, sobre uno de esos fenómenos que hacen arder las redes —como ya todo becario sabe que debe titular al menos una vez al día—. No es arbitrario citar que el tipo que ya no me ajunta aparece en la foto de perfil con un sombrero a lo panamá y un Mediterráneo de casita alquilada, caleada de blanco y sin pateras como fondo. Vestuario y localización perfectos, inocuos, triunfales, envidiables,...

No es la primera vez que me veo enredado en algún exceso similar. La huella social de los wannabe que caminan por el empedrado dorado no debe mostrar más sangre que la de Breaking Bad, Juego de Tronos o cualquier otro producto o subproducto mercantil del pop global, eso que ahora llaman transmedia para mayor ventura de los impartidores de posgrados dirigido a adolescentes sin miedo a empeñarse. Si no cumples las normas de clase en las redes sociales, si llevas la contraria, anotas cualquier disparate o refutas algún argumento que consideras inválido, eres tachado de viejo avinagrado, discutidor y anarquista. Te lapidan en público por no formar parte del club de fanáticos que nada ponen en solfa.

Acabo de leer que la empresade Mark Zuckerberg, que en junio alcanzó los 2.000 millones de usuarios diarios cada vez más activos —el 66% usan la red todos los días, 18 puntos más que en 2016—, ya no oculta su anhelo: convertirse, como dice el analista Antonio García Martínez en el ensayo Chaos Monkeys: Inside the Silicon Valley Money Machine, en el "Santo Grial de la Publicidad", el instrumento más poderoso nunca antes colocado en manos del hombre para mover deseos y manejar voluntades. ¿Quieres encontrar a todos los hombres de entre 25 y 30 años que aprecien la música electrónica, beban con frecuencia ginebra y vayan a festivales al menos una vez al año? Solo Facebook puede diseñar un anuncio que, además, no parezca un anuncio, que sea publicado en los muros de los potenciales clientes como la positiva y nada sospechosa recomendación de un amigo.

Hace tiempo, demasiado quizá, que le doy vueltas a cerrar mi cuenta o, al menos, desactivarla para que no sea visible por nadie. Un estudio muy reciente del American Journal of Epidemiology llegó a una conclusión que me acerca aún más al neosuicidio: cuanto más usas la red, más infeliz eres. Puede medirse en términos aritméticos: un aumento del uno por ciento en likes y clicks implica un descenso de entre el 5% y el 8% en salud mental.

Lo observamos en nosotros y en los nuestros: la irritación en el engrudo palpable de la verborrea, no hay sanidad sino soledad en este universal roce de nalgas. El terror tiene forma de pregunta: ¿qué somos como raza según la cifra de escalofrío que asomó a portada el New York Times hace ya cuatro años: cada día los facebookers pasan en la trama de la red el tiempo equivalente a 40.000 años?

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