JOSE ÁNGEL GONZÁLEZ. PERIODISTA
OPINIÓN

Carta a Juan Ignacio Zoido, ministro de Interior

José Ángel González, escritor y periodista.
José Ángel González, escritor y periodista.
JORGE PARÍS
José Ángel González, escritor y periodista.

Ministro Zoido, tiene usted el privilegio casi medieval de no dar razones a sus administrados cuando dispensa honores. Por ende, es inútil que le pregunte por qué ha concedido al hermano mayor de la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte, Señor y patrono de la unidad militar de la Legión, la medalla al mérito policial. Aunque los ademanes le acerquen a usted a Idi Amin, perfecto: ha firmado la orden porque le da la gana y puede.

Me complazco pensando que quizá existan otros motivos que solo el éxtasis apasionado del martirio puede explicar. Tal vez veríamos lo mismo usted y yo si coincidiéramos ante la talla de esa figura inerte, sangrante y colgada de una cruz arbórea. Me estremece y conmueve la tenebrosa estatuaria que en España sacamos a la calle en Semana Santa y no por considerarme ajeno al culto me siento distinto o especial. Cuando este Jueves Santo los caballeros legionarios carguen a pulso al pingajo crucificado en semidesnudez y lo saquen al empedrado de Málaga en procesión, fíjese bien, ministro. A usted, que trata con lo más escabroso del Estado, sabe de los paisajes ocultos y conoce a los merodeadores de las zonas más duras del interior del país, ¿no le vienen a la memoria con el Cristo de la Buena Muerte las imágenes solapadas de un inerte yonqui, un gitano descalabrado, un sospechoso torturado, un subsahariano deshidratado o, en lo carnal, un hombre demudado por un orgasmo definitivo y mortal? La coreografía es la adecuada, un Rocky Horror Show con guion de Pemán y elenco de legionarios, nuestros 'bárbaros' –señores de la cabra, el jabalí, el borrego, el macaco...–, levantando a pulso el tonelaje del paso con una fortaleza que no se finge, equivalente a una bombona llena de butano por persona, con la cadencia de un tango bailado en un ladrillo –160 pasos por minuto– y rugiendo el cuplé que ordenó militarizar el asesino de masas Millán Astray: "Soy un hombre a quien la suerte / hirió con zarpa de fiera: / soy un novio de la muerte / que va a unirse en lazo fuerte / con tan leal compañera". Si hay suerte, como en 2011, el plano de televisión o las fotos permitirán el neorrealismo milagroso de la esvástica nazi tatuada en algún antebrazo porteador del Cristo de la Buena Muerte. También para mí, ministro, hay razones para premiar a la cofradía por su entrega policial: nos recuerda, desde el cristianismo más carnal, el dolor del hombre y el absoluto silencio de Dios. Sobre todo cuando estamos en comisaría.

Quede usted en paz

Jose Ángel González

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