Se temieron lo peor. Tanto que pidieron policías por si había tortas y trufaron el coso de militantes de 'respeto' (mola más que llamarles 'seguratas'). Pero no hubo nada. La inmensa mayoría fue a la plaza para exaltar la fraternidad perdida, gritar "unidad" y aplaudir a rabiar a los que salen en la tele.
A Pablo Iglesias le funcionó en las votaciones su amenaza de abandonar el liderazgo y le dio la vuelta a la escalada errejonista. Ahora viene lo difícil, gestionar una victoria del 60/40 sin purgas ni humillaciones. Que la "humildad y la pluralidad", como dijo el vencedor, no se queden en circunstancial proclama. Monedero, que había inflamado las redes, estaba exultante pegado a Iglesias como una lapa y alguno a la salida ya pedía sotto voce rematar la faena y entrar a matar.
En Vistalegre II se decidió confinar a Podemos en la extrema izquierda. Al PSOE le permite perimetrar su espacio político al alza y a Rajoy alejar el fantasma del pacto de izquierdas. Hubo fuera mas alegrías que las que se vieron en el ruedo. El miura del bipartidismo era Errejón.
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