CARMELO ENCINAS. PERIODISTA
OPINIÓN

Tatuajes, veneno bajo la piel

Carmelo Encinas, colaborador de 20minutos.
Carmelo Encinas, colaborador de 20minutos.
JORGE PARÍS
Carmelo Encinas, colaborador de 20minutos.

Nunca entendí lo de tatuarse. Siempre me pareció algo sucio y antiestético por más artístico que fuera el motivo dibujado. Décadas atrás el tatuaje era una seña exclusiva de un tipo de persona que marcaba su piel para dejar constancia a perpetuidad de una  circunstancia  o episodio de su vida que amenazaba con resultar efímero. Entonces eran pocos los que se pintaban el cuerpo y ese sello de alguna forma etiquetaba la condición personal e  incluso social de quien lo hacía. Con el tiempo tal prejuicio fue desapareciendo y el tatuaje ganó adeptos de forma exponencial como signo externo de rebeldía, transgresión o expresión de convicciones.

Ahora la inmensa mayoría de los tatuajes se imprimen por pura estética. Una estética más que discutible, pero estética al fin, y ya no es privativa de los varones, como aquellos marinos y  legionarios de antaño, sino que las mujeres participan de ella como un ornamento más. La oferta es amplia y variada y va desde el pequeño detalle en un tobillo o en la muñeca a quien  se deja pintar todo el National Geographic hasta en el último milímetro cuadrado de su epidermis.

Cada cual es muy dueño de adornarse como le venga en gana pero tengo la impresión de que hay una enorme ignorancia sobre la supuesta inocuidad de esta práctica. La administración apenas se preocupa y quienes viven de este negocio no suelen advertir que meter bajo la piel una sustancia extraña dista mucho favorecer la salud del valioso tejido que envuelve nuestra anatomía. Por el contrario la idea que transmiten es que puede pintarse impunemente como  el graffiti en una pared. Nada más lejos de la realidad.

La piel es un elemento  vivo que necesita respirar, alimentarse e hidratarse como cualquier otro órgano  del cuerpo. Esto que resulta obvio parece olvidarse deliberadamente  por quienes creen reforzar su personalidad o sus atractivos pintándose como un apache. Sin embargo investigaciones muy recientes han venido a significar los enormes riesgos que los tatuados asumen. Esa  tinta, que los tatuadores  inyectan bajo la piel, lleva elementos químicos tan inquietantes como el plomo, el arsénico o el níquel. Los efectos que según los especialistas pueden provocar van desde las alergias hasta  la toxicidad en la reproducción pasando por los daños al sistema linfático. Por si fuera poco los dermatólogos advierten  que la ruptura de la barrera epidérmica favorece también los proceso infecciosos, las reacciones inflamatorias y los tumores  sobre la zona tatuada. La propia Comisión Europea ha emitido un informe en el que advierte que la tinta empleada puede liberar sustancias cancerígenas.  Ahí es nada.

El que sabiendo todo esto se tatúe un motivo mayor del tamaño de un euro es que no se quiere mucho a sí mismo. Una visita al dermatólogo y otra al estilista.

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