Todavía está reciente la promesa de nuestros padres: el futuro llegará con el birrete. La realidad para la mayoría es otra. El 70% de los jóvenes cree que trabajará en otra cosa. Lógico. Todos conocemos a un David que friega platos en Londres o a una María que dobla ropa mientras el título universitario acumula polvo en la pared. A la generación más preparada no le faltan ganas, le faltan oportunidades.
OPINIÓN30.06.2017 - 06:27h
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