En los primeros meses del juicio, que por fin retoma la normalidad después de numerosos sobresaltos, ciudadanos de Dujail testificaron que habían sido encarcelados y que sus parientes habían sido ejecutados.
Varias mujeres relataron que habían sido desnudadas, golpeadas y sometidas a descargas eléctricas —una de ellas testificó que uno de los hermanastros de Sadam, Barzan Ibrahim, entonces jefe de los servicios de inteligencia, la pateó en el pecho mientras colgaba poca abajo—.
Ninguno de los ejecutados llegó nunca a ser juzgadao, asegura la acusación, mientras que algunos de los documentos que esgrimen los fiscales demuestran que 50 de los condenados murieron durante los interrogatorios.
Sadam manifestó hoy que él no veía dónde estaba el crimen, dado que se trató de una medida contra quienes habían intentado asesinar a un jefe de Estado, relata la Agencia Associated Press.
Una prueba casi definitiva
La acusación presentó ayer una prueba que puede constarle sin embargo cara a Sadam.
Se trata de un decreto presidencial que llevaba la firma del antiguo dictador en el que se autoriza la ejecución de los agricultores chíes.
Después de las declaraciones de Sadam, el juez pospuso el juicio hasta el 12 de marzo.
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