«Empecé a trabajar en tabaco a los 15 años en la fábrica de un pariente», explica don Alfredo con su melodioso acento cubano. Antes de recalar en Partagás estuvo en otra fábrica mítica, Romeo y Julieta, y trabajó para el sindicato del tabaco, el más poderoso de Cuba.
Mientras hablamos, va haciendo sus puros. «Se utilizan cinco tipos de hoja distintos», señala. De dentro a fuera, el seco, aromático; el volau, que favorece la combustión; el ligero, que da fortaleza al puro; el capote, que lo envuelve todo, y por último, la capa la más fina. En esta ocasión, Alfredo ha estado tres meses promocionando el puro habano en toda España.
De Barcelona se va a Portugal y Marruecos, antes de regresar a Cuba. España es el primer mercado del puro habano. «Mientras haya fumadores hay que hacer puros», ironiza sobre las campañas antitabaco.
Don Alfredo defiende el habano. «En la fabricación no hay procesos químicos, como con los cigarrillos». Y añade que «hasta la fermentación es natural». Para reforzar su argumentación agrega que «la goma para pegar las hojas tampoco tiene química, es vegetal, en la actualidad procedente de un árbol canadi- ense, mucho mejor que la que se consigue en Cuba».
Dos de sus cuatro hijos también se dedican al habano, que califican de mejor puro del mundo: «Es por el suelo cubano, en especial el de las regiones de Centro y Vueltabajo. La misma semilla en la República Dominicanano sale con la misma calidad».
Próxima entrega
Kokouvi Tete. Pedagogo de África
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