Barcelona salva in extremis un "grafiti" de la Guerra dedicado a un miliciano

  • Un historiador encontró pistas sobre la existencia de la pintada, que pone a una calle el nombre de un miliciano muerto en 1936.
  • Poco después de descubrirla unas obras de reforma en la fachada del edificio amenazaban con taparla definitivamente.
El "grafiti" dedicado a Miquel Pedrola, tras su restauración.
El "grafiti" dedicado a Miquel Pedrola, tras su restauración.
Toni Garriga / EFE
El "grafiti" dedicado a Miquel Pedrola, tras su restauración.

Los vestigios de la Guerra Civil y la II República en las calles de Barcelona no son abundantes. Ahora, el trabajo de un joven historiador ha salvado in extremis un "grafiti", la inscripción manuscrita con la que unos vecinos de la Barceloneta dedicaron una calle a un miliciano muerto.

La pintada estuvo a punto de desaparecer durante los trabajos de reforma de la finca en la que se encontraba medio oculta, pero la investigación del historiador Dani Cortijo lo evitó. El Instituto de Paisaje Urbano acaba de retirar los andamios una vez rehabilitada la inscripción, en la que se lee: "Carrer d'en Miquel Pedrola (Calle de Miquel Pedrola)".

Cuando Cortijo halló, en 2008, la inscripción dedicada a este miembro del POUM, fallecido en el frente de Aragón en septiembre de 1936, ya llevaba un tiempo buscándola, después de que le hubieran puesto sobre la pista de la posible existencia de un resto del nomenclátor con el que se habían renombrado muchas calles de la ciudad durante los años de la contienda, que estaba sin documentar.

Rastreó el entramado de este popular barrio marinero hasta que la encontró bajo las capas de pintura con las que la dictadura la había intentado borrar. Estaba en una esquina de la calle Sant Miquel, en el cruce con Escuder, sin poder ser percibida por los descendientes de los vecinos que habían honrado al miliciano.

Un recuerdo en mal estado

"Estaba medio borrosa, semioculta: carrer d'en Miquel Pedrola", explica Cortijo. Pero ¿quién era Pedrola? La contestación se la dio Wilebaldo Solano, un nonagenario, antiguo secretario general de la Juventud Comunista Ibérica, vinculada al POUM, y compañero del miliciano muerto perteneciente a una familia muy conocida entonces en la Barceloneta.

Sin embargo, mientras continuaba con su investigación sobre el personaje, el historiador se encontró un día con que la fachada del edificio iba a ser rehabilitada y que se había instalado un andamio.

El "grafiti histórico" no estaba catalogado, por lo que la inscripción corría peligro. Los responsables de la rehabilitación le dieron un ultimátum a Cortijo si no contaba con documentos que acreditaran el valor de aquel vestigio. "Ellos no podían dejar la obra a medias" y lo tendrían que cubrir.

El historiador informó de la situación al distrito municipal de Ciutat Vella y aportó la documentación de que disponía, a la vez que se reunió con las asociaciones de los vecinos de la Barceloneta para contar con su apoyo. "Incluso el capellán de la parroquia pidió que no se borrara", explica ahora Cortijo, que logró muchos adeptos por medio de su blog y de Facebook.

Paisaje Urbano aceptó la petición vecinal y se hizo cargo del proyecto. "Al fin y al cabo se trata de recuperar uno de aquellos pequeños paisajes que forman la identidad de la ciudad", ha señalado el gerente de ese instituto, Ricard Barrera.

La recuperación de la pintada

Gracias a un patrocinador (la empresa Otai), el Instituto ejecutó la obra, que consistió en limpiarla, definirla y poner una capa de fijador protector, un trabajo similar al realizado con otra inscripción dedicada al miliciano desconocido que hay junto a la iglesia del Pi.

No obstante, Cortijo, que ha recogido la génesis de esta recuperación en su libro Historia de las històries de Barcelona, advierte de que, aunque este vestigio parece "salvado", corre un nuevo peligro: las amenazas de algunos miembros de Falange vertidas a través de Internet en las que anunciaban que, "si no lo borraba el Ayuntamiento, lo borraban los falangistas".

El historiador -que lamenta que después de todo su esfuerzo se haya tenido que enterar de la finalización de la obra por la prensa- confía en que las amenazas sean una bravuconada, aunque, de momento, algunos gamberros ya han dejado su "tag" (un garabato en forma de firma) a pocos centímetros de la inscripción recién restaurada.

La calle se seguirá llamando Sant Miquel, pero, al menos, si los vándalos aficionados a las pintadas o algún que otro "ultra" no lo impide, el nombre de Miquel Pedrola estará por siempre vinculado a las calles del que fue su barrio.

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