Robert Capa, un romántico de la guerra

  • Inventó un personaje y una forma de fotografiar los conflictos bélicos.
  • Su vida y sus imágenes resumen el violento, bello y convulso siglo XX.
  • Dos exhibiciones recuerdan estos día a Capa y a su compañera, Taro.
Robert Capa en Segovia, fotografiado por su compañera Gerda Taro.
Robert Capa en Segovia, fotografiado por su compañera Gerda Taro.
Gerda Taro
Robert Capa en Segovia, fotografiado por su compañera Gerda Taro.

No te costará imaginártelo: quizá resacoso, seguro que con ojeras, Capa sale de su tienda con las primeras luces del día. Está serio: su simpatía, proverbial, huyó aterrorizada por los oscuros sueños nocturnos. Lógico: la noche anterior (quizá, como todas, la última) se reencontró con las pesadillas que retrató al otro día. Y sus ojos negros, inmensos, dicen durante el café lo mismo que dicen sus fotos: muerte, desesperación, dolor. Tragedias ajenas que quizá, al empezar la jornada, le provoquen arrepentimiento robar.

Pero ahora es de noche y, bajo la luz de la Luna, Capa parece otro hombre. El día fue productivo: peinado por las balas, elegantemente vestido mientras a su alrededor caen las bombas, Capa hizo bien su trabajo. Se refugió en las trincheras, cruzó el fuego a la carrera y, a la tarde, subió la reluciente colina tras la que se esconde el sol. Allí, imprudente, orgulloso de sí mismo y ansioso por revelar sus imágenes, se encendió otro cigarrillo y fantaseó con las copas del londinense hotel Dorchester, o con la compañía de las damas del Club 21 neoyorquino.

Hasta ese ficticio instante de calma, Capa vive varias vidas. Ha nacido en 1913 en Budapest, Hungría, pero se ha trasladado a Berlín hasta escapar de los nazis. Su destino, cómo no, París: en la capital del mundo vende fotos, conoce a Picasso, Hemingway y Cartier-Bresson y, sobre todo, se cruza con Gerda Taro.

Un nombre, dos genios

Tienen bastante en común: jovencísima y muy guapa, Taro es periodista y fotógrafa. Taro, además, es intrépida: huyó de su Alemania natal y, como Capa (que todavía se llama Ernest Friedmann), sueña con hacerse un nombre en la profesión.

¿Un nombre? Ambos lo compartirán, inventado: Robert Capa. Para la revista Vu, el ficticio y ocupadísimo fotógrafo estadounidense (tanto, que nunca puede presentarse en la redacción en persona) que toma prometedoras imágenes. Para ellos, un salvoconducto, una personalidad común con la que viajar a España, a la Guerra Civil, al infierno.

Armados con sus Leica, su complicidad y el hambre de retratar lo que pase, Taro y Capa (será él, al final, quien se quede con el nombre) obtienen en nuestro país las instantáneas que los hacen famosos. Entre todas, por supuesto, la más célebre:un miliciano que corre, una ráfaga de balas, el último estertor, la caída y, con el fondo ominoso del cielo que tapa un desangrado país, la muerte. Anónima y asesina. Clic: Muerte de un miliciano. Clic: la foto que hace inmortal a Capa, la foto que resume la guerra.

Muertes de guerra

Es el trabajo de Taro y Capa el que cambia, para siempre, las reglas del fotoperiodismo. Adiós a ensalzar batallas, mitificar generales e ignorar barro, destrucción y sangre. Taro y Capa acercan el objetivo a los heridos, a los entierros, a las lágrimas: en la guerra, en ese paraíso de deshumanización y egoísmo, intentan encontrar el amor a la vida y al prójimo.

De más está decirlo: lo pagan caro. Taro, muy pronto: en 1937, seis días antes de cumplir 27 años, muere atropellada muy cerca de El Escorial. Capa envía su cuerpo a París, donde la joven reportera es enterrada como una leyenda. El luto no afecta a Capa, que tras la Guerra Civil y ya convertido en estrella repite su memorable trabajo en la II Guerra Mundial. Además, fotografía a Humphrey Bogart o a Gary Cooper, enamora a Ingrid Bergman en el plató de Encadenados y crea, junto a otros afamados fotógrafos, la agencia Magnum.

1954, Vietnam. Unos soldados franceses andan por un desolado campo. El calor, la enfermedad, el cansancio, les hacen caminar despacio. Clic: Capa capta el tranquilo momento en la que es su última foto. Clic: una mina traicionera es pisada, y el cuerpo de Robert Capa salta, roto, por los aires. Adiós a una vida fugaz e intensa, y hola a eternas e inolvidables imágenes.

Unidos por una exposición

La relación profesional y sentimental de Endre Friedman y Gerda Taro queda recogida en una doble exposición que este jueves abre sus puertas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Por una parte, This Is War! Robert Capa at Work (¡Esto es la guerra! Robert Capa en el trabajo) reúne 169 fotografías, algunas inéditas, con las que se resalta la tarea innovadora de Capa como reportero gráfico. Por otra, Gerda Taro consta de casi 100 instantáneas que la fotoperiodista alemana captó durante la Guerra Civil española.

Tres pistas obligadas para poner los sentidos a tono:

<p>La ventana indiscreta.</p>Una peli: La ventana indiscreta’. Entre guerra y guerra, Capa tuvo tiempo de seducir a muchas mujeres. Una de ellas fue Ingrid Bergman: dicen que Alfred Hitchcock se inspiró en el fotógrafo para crear al protagonista de esta obra maestra, encabezada por James Stewart y Grace Kelly. Alfred Hitchcock, 1954. Universal, 11,99 euros.
Un disco: ‘Músicas populares de la Guerra Civil’. Una guitarra, una zanfona y mucho descaro son los instrumentos empleados en esta particular versión de algunas de las melodías que seguramente Capa y Taro debieron escuchar mil veces durante la guerra española. Sentimientos, alegrías y temores, concentrados en un disco. Brigada Bravo&Diaz, 16 euros.

Un libro: ‘La biografía’. Richard Whelan, estudioso de la vida del fotógrafo, supo conjugar la cara heroica y privada del hombre en esta biografía. En ella, Capa es mostrado como un irredento conquistador, propenso a exagerar sus historias para, si era posible, engrandecer su leyenda. Richard Whelan. Aldeasa, 23,99 euros.

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