Un experto en emociones aconseja cuidar el mundo afectivo en época de crisis para compensar las carencias económicas

El catedrático de Psicología de la Emoción y la Motivación en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Enrique García Fernández-Abascal asegura que "en tiempos de crisis, más que nunca, hay que cuidar el mundo afectivo para compensar las carencias económicas", en referencia a "la ilusión, el disfrute de las pequeñas cosas y el dispendio absoluto del piropo, de la demostración y el gesto de cariño".

El catedrático de Psicología de la Emoción y la Motivación en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Enrique García Fernández-Abascal asegura que "en tiempos de crisis, más que nunca, hay que cuidar el mundo afectivo para compensar las carencias económicas", en referencia a "la ilusión, el disfrute de las pequeñas cosas y el dispendio absoluto del piropo, de la demostración y el gesto de cariño".

El catedrático, que dirigió esta semana en los Cursos de Verano de la UNED el seminario 'Regulación de la vida emocional', manifestó que "las crisis sociales pueden ser muy buenas personalmente porque pueden reconciliarnos con aquello que nos hacía disfrutar y que podemos recuperar cuando lo demás nos falte, son esos momentos de disfrute de las cosas pequeñas y gratis, el sabor del café, la caricia de alguien que nos quiere" cosas que no cuestan nada y que producen una felicidad que no da el acumular dinero".

"Si uno no sabe si va a poder cenar, a conseguir cena para los suyos cada noche, es imposible que sea feliz, el paro genera mucho sufrimiento personal y muy grave; cuando uno llega al desempleo inicialmente siente una especie de alivio, qué bien, se dice, voy a poder descansar, buscaré un lugar mejor, donde esté más a gusto, incluso ganando menos, pero cuando pasa el tiempo, cuando se acaba el subsidio y no se encuentra nada llega la decepción, se pierde la ilusión y se pierde el interés por la vida", expresó.

García Fernández-Abascal opina que cualquier persona de calle "no es menos feliz que el señor Botín o las señoras Koplovich, si hoy nos toca una pedrea de Navidad o nos encontramos un billete de 50 euros, nos alegra el día, o la semana, o nos da el capricho del mes, pero para que un banquero o una rica heredera sienta un atisbo de felicidad semejante, harían falta operaciones de 100 millones de euros, y aún así cuando ya se tiene tanto ni siquiera les haría ilusión, seguramente supondría un simple incremento de su cuenta de resultados", porque "quien tiene demasiado no tiene tiempo para disfrutarlo".

"La necesidad de ganar más es logarítmica, no es lineal, quien tiene 100 euros, con 200 se siente el rey del mambo, pero el que tiene 100.000 necesitará 200.000 y luego 400.000 y así en progresión geométrica", manifestó.

El catedrático, con más de 30 años dedicado al estudio de las emociones, cree que "las consultas de los psicólogos se llenan cuando se pierde la ilusión", porque "la vida es como el juego del 7 y medio, si te quedas muy corto, pierdes, pero si te pasas, también pierdes".

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