Vivir a bordo, hacer del barco tu casa, residir en un barrio flotante. Esta aventura en la que se enrolan desde solteros y divorciados hasta familias numerosas está salpicando nuestras costas de auténticos chanquetes del siglo XXI. Mecidos mayormente por las aguas del Mediterráneo, donde el clima es el mejor aliado, comparten su amor por el mar y la libertad de navegar sin hipotecas ni alquileres abusivos.
El vecino más joven de este barrio flotante se llama Piebe Krediet y nació hace un mes en el Hospital del Mar de Barcelona. Sus padres, Arnout e Iris, y su hermano, Gaje, viven desde hace un año y medio en un velero amarrado en el Port Vell. "Es la mejor marina del Mediterráneo. Es segura, está protegida y situada en el centro de la ciudad. Y además nos gusta el clima y la gente", asegura Arnout.
Esta familia holandesa está muy integrada en la vida de la capital catalana e incluso se ha empadronado en el barco. El padre trabaja como periodista para varias revistas de su país, la madre es artista y tiene una galería, y el hermano, de cuatro años, está escolarizado en el Colegio Baixeras. "Para mi hijo mayor vivir aquí es como un sueño. Quiere ser pirata y capitán y aprende todo muy rápido. Habla holandés y catalán, y entiende castellano e inglés", dice, orgulloso, Arnout.
Para Luis, lo mejor de vivir en su barco es estar en el centro y tener buenas vistas y lo peor es que siempre hay que estar arreglando cosas y que la falta de espacio agobia un poco. "Aunque cuando compro un libro y me lo leo, lo regalo", explica.
Las relaciones vecinales en el puerto son mucho más intensas de lo habitual en una gran ciudad. "Quedamos para cocinar y comer juntos, para preparar travesías, tomar unas cañas y navegar. Aquí hay de todo: fotógrafos de moda, deportistas olímpicos, periodistas, pintores, cantantes...", calcula Luis.
Este mecánico de barcos pagó 50.000 euros por su velero de 10 metros de eslora y desembolsa 300 mensuales por el amarre, que incluye el agua, la luz y el parking del coche. "Vivir en un barco es una manera de poder tener un barco, pero vas sumando y te sale igual de caro que un alquiler porque hay que pintarlo todos los años y pagar el seguro", se queja.
A la entrada del Port Olímpic, en el que viven más de medio centenar de personas, la empresa Brokerage anuncia "Barcos apartamentos para vivir a buen precio". Uno de sus responsables, Miquel Luque, asegura que sus clientes viven en todo tipo de embarcaciones, aunque la comodidad empieza a partir de los diez metros de eslora que suponen una superficie útil de 20 metros cuadrados. Veleros de este tamaño se pueden encontrar en el mercado de segunda mano por menos de 30.000 euros.
También el Port Fòrum se ha transformado en un pequeño barrio flotante, con las ventajas de que es más barato (280 euros por un amarre de 10 metros) y cuenta con Wi-Fi. Fuentes de esta marina barcelonesa han confirmado a 20minutos.es que el fenómeno de las casas flotantes se mantiene. De hecho, en la actualidad son una docena de embarcaciones las dedicadas a vivienda, la mayoría nacionales. "Al estar permanentemente en el agua el propietario no hace el mantenimiento básico. Además, es perjudicial que descarguen las aguas negras a 12 millas del litoral, y también que lo hagan en el interior de las dársenas", critican desde el Port Fòrum.
Hace un año que esta familia puso en alquiler su piso de Murcia y se trasladó a un velero. Un súper barco de casi 17 metros de eslora distribuidos en cuatro camarotes, dos baños (uno con bañera), una cocina industrial e incluso un garaje para las motos y las bicicletas. Con comodidades como una lavadora, una chimenea de leña o una barbacoa, y autosuficiencia energética gracias a placas fotovoltaicas y un sistema de aprovechamiento eólico, vivir a bordo es más fácil.
El sueño de esta familia, dedicar un año sabático a navegar por Sudamérica, se ha visto truncado por cuestiones burocráticas. Los niños iban a seguir el programa de enseñanza a distancia del Ministerio de Educación, pero el inspector que debía darles la autorización, se ha negado. "Esto es abuso de poder. Ha tomado esta decisión porque estoy divorciada, pero no se da cuenta de que tengo la custodia por algo", protesta Yolanda, que sigue soñando con esa travesía transoceánica para enseñarles a sus hijos el significado de las palabras aventura y libertad.
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