Está a las puertas de su tercer Goya (Celda 211, su último filme, tiene 16 nominaciones), pero sigue en las antípodas de lo que se entiende por una estrella del cine. Sin problemas para hablar de premios, películas o, sobre todo, política y sociedad.

Éxito de crítica, en taquilla, y ahora de cara a los Goya. ¿Es diferente Celda 211?

No creo: eso de que sea un thriller, un drama carcelario, es un invento. Lo que hace buena a una película es que hable de la condición humana. Que cuente una historia que tenga que ver contigo. Y creo que eso sí lo consigue.

¿Qué tiene de Malamadre?

No mucho... Me cabreo poco, sé controlarme, minimizo los enfados y le echo bastante humor. En eso coincidimos: él es violento, pero tiene gracia, ironía. Eso me sedujo.

¿Esta nueva candidatura le consagra como estrella?

En absoluto. La gente no termina de ubicarme, sigo sin ser conocido. Es una ventaja.

¿Teme que cambie la suerte y le llegue una mala racha?

La ola subirá y bajará: llegará el momento de estar sin trabajo dos años y ver qué hago con mi vida... He tenido algún parón, pero fue por no querer hacer siempre lo mismo. No quiero aburrirme.

¿Por eso se ha ido a Bolivia a rodar con Iciar Bollaín?

Me interesó encarnar a un productor descreído y la idea de Iciar: rodar algo social pero crítico, al mismo tiempo, con el cine de compromiso.

Cine que usted frecuenta...

Tiene que haber de todo, pero me molesta que se venda como cine social un proyecto destinado al exhibicionismo de un director o un actor. El arte es importante, pero no a costa de escudarse en la denuncia social.

2009 fue bueno. Rodó también con Jarmush...

Los proyectos internacionales me llegan por casualidad. Tras Corrupción en Miami me llegaron más cosas, pero repetitivas. Venga de donde venga, busco la variedad.

Si llega otro Goya, ¿mirará más al pasado o al futuro?

Me queda mucho por hacer. Pretendo que actuar siga siendo divertido, que no se convierta en rutina. Es lo que me gusta del cine: el que sea tan movido, que implique cambiar tantas veces de vida.

¿Y la vida del cine español?

Siempre ha sobrevivido en condiciones extrañas. Es una industria precaria, sin pilares, pero el propio sistema lo impide. Que en parte se financie con dinero público es un estigma, pero a cambio es destrozado por la distribución. Deberíamos hacer menos películas, pero que lleguen en condiciones a las salas.

¿Qué espera de los políticos?

Tengo una sensación extraña. Zapatero parece no darse cuenta de que los bancos sanearán sus cuentas, pero la gente no. La sociedad está descontenta con un partido que debería estar del lado del obrero. Lo del PP y sus espectáculos internos es deplorable... La clase política ha degenerado. Cada vez tienen menos cosas que decir, y encima se expresan peor.

BIO: Nació hace 39 años en Xustás. Saltó a la fama con Mareas vivas. Ganó el Goya en 2002 con Los lunes al sol y en 2003 con Te doy mis ojos.