Fracasa el cerco al 'botellón': La ley solo ha conseguido trasladarlo a la periferia

Dos jóvenes, en el parque de Pozuelo donde se vivió la batalla campal del pasado fin de semana.
Dos jóvenes, en el parque de Pozuelo donde se vivió la batalla campal del pasado fin de semana.
JORGE PARÍS
Dos jóvenes, en el parque de Pozuelo donde se vivió la batalla campal del pasado fin de semana.

Los esfuerzos de los ayuntamientos madrileños para erradicar el botellón han caído en saco roto. La batalla campal de Pozuelo, el domingo de madrugada, es la última señal de ello. En 2002, la_Comunidad (presidida por Gallardón) aprobó una ley que prohibía el consumo de alcohol en la vía pública, a excepción de las fiestas patronales. Siete años después, los jóvenes todavía quedan para beber en la calle.

La diferencia es que "ahora se juntan en lugares apartados de la periferia, en lugar de concentrarse en las plazas del centro", según fuentes de la Policía Municipal de Madrid. Lo mismo ocurre en el resto de grandes municipios.

Hasta hace dos años, las zonas habituales de botellón eran las plazas de Tribunal, Dos de Mayo, Vázquez de Mella y San Andrés (La Latina), todas ellas en el distrito Centro. También había grandes concentraciones en Ciudad Universitaria.

Sin embargo, tras los altercados de 2007 en Malasaña (similares a los de Pozuelo), se aumentó la vigilancia policial en el distrito Centro. Este refuerzo logró disuadir a los jóvenes de hacer botellón en la zona. Pero lo que parecía un triunfo ha resultado ser sólo un lavado de imagen: ahora los chavales se reúnen en descampados, aparcamientos y parques amplios, apartados de edificios para evitar que algún vecino alerte a la Policía.

Medio millar de jóvenes

Los botellódromos más multitudinarios, donde se juntan más de 500 personas por las noches, están en los aparcamientos de la estación de Chamartín, en los alrededores de Ciudad Universitaria (Moncloa), en el parque de Orcasitas (Usera) y en la avenida de Logroño (Barajas), según fuentes policiales.

Los agentes se sienten desprotegidos a la hora de disolver un botellón. "En la periferia no hay plantilla suficiente. En ocasiones tenemos que recular, al ver que se nos puede ir de las manos", explica un centauro (agente local nocturno). «Si la disolución del botellón puede desembocar en violencia descontrolada tenemos que dejarlos y esperar a que se vayan», añade.

El consejero de Interior, Francisco Granados, y la delegada del Gobierno, Amparo Valcarce, organizarán una comisión con los ayuntamientos para evaluar los fallos de la Ley Antibotellón. Este martes, Pozuelo dio el primer paso de firmeza, al prohibir el consumo de alcohol en la calle durante lo que queda de fiestas.

"Beben y se ponen a dar hostias"

Los jóvenes de Pozuelo explican que los botellones son pacíficos, pero en ocasiones se les va de las manos "El botellón es una bomba de relojería que estallará en cualquier momento". Durante estos días, policías, políticos y psicólogos han expresado palabras parecidas. Pero no son los únicos que piensan así. Los propios jóvenes que fueron testigos de la batalla de Pozuelo lo reconocen: "Los botellones multitudinarios pueden ser peligrosos. Hay gente que, a poco que beba, ya está dando hostias", dice Manuel, asistente habitual a botellones, a sus 15 años.

Las peleas en estas reuniones están a la orden del día: "Siempre están los cuatro nazis con los que te pegas de hostias. Siempre hay rencillas por cuatro capullos que buscan movida", explica Luis, de 20 años y vecino de Pozuelo, "pero no pijo".

"Los pijos están locos"

Sin embargo, creen que no hay que criminalizar a toda la juventud: "Ahora quieren echarle la culpa a los jóvenes; en este caso han sido los pijos, que parecen haberse vuelto locos", se queja Elena, de 17 años.

Estos chavales estuvieron el sábado en los inicios de la batalla contra la Policía. No vieron a antisistemas. Sólo "niños de papá, que hacen lo que quieren, porque tienen dinero y saben que tienen un abogado detrás que los va a defender y les va a pagar la multa", cuenta Perico, recién llegado a la mayoría de edad.

Uno de esos chicos que responde al estereotipo de pijo comenta que un amigo estuvo en el meollo de la batalla: "Estaba todo el mundo montando farra y tirando botellas, así que él hizo lo mismo. Dice que fue muy divertido... hasta que la Policía le dio un bolazo de goma".

Casi todos defienden la actuación policial del sábado: "Los borrachos les estaban insultando, humillando y agrediendo, se ve en el vídeo, ¿encima querían que se quedarán quietos?", se pregunta Javier, de 15 años. Pero hay excepciones, como la de Luis, que explica, exaltado: "Los policías se lo tenían merecido. Incluso se quedaron cortos. Tenían que haber quemado la comisaría".

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