Los hijos del shock: «¡Que se vayan todos!»

El cineasta Winterbottom estrena un documental sobre las barbaridades del neoliberalismo. Está basado en el ensayo ‘La doctrina del shock’, de Naomi ‘No Logo’ Klein. El dibujante Brieva reclama: «Que florezca un cambio profundo». El guionista de ‘Los Electroduendes’ equipara capitalismo a canibalismo... Llegan tiempos eléctricos.
Ilustración de 'Dinero'
Ilustración de 'Dinero'
Miguel Brieva
Ilustración de 'Dinero'

Nos han vaciado el bolsillo. Y la cartera, el frigorífico, el armario, la cuenta de ahorros... Los que ayer defendían las bondades universales del libre mercado se arriman al ascua del Estado, que calienta menos cada día, pero ahora vuelve a ser el padre bondadoso que ni siquiera a los hijos descarriados abandona. Suenan palabras en tan aparente desuso que esta generación tiene que ir a buscarlas al diccionario: crack, recesión, quiebra, acreedores...

Algo está pasando aquí y usted no sabe qué, señor Martínez. Es recomendable que deje de escuchar los mensajes de consolación de Russian Red y el indie pop hedonista y, una de dos: se ponga a temblar o empiece a luchar. Ya está aquí el estado de shock. Aprenda su doctrina. La va a necesitar para devolver la somanta de golpes que le puede caer encima un día cualquiera.

Primera lección: cruzar a Naomi Klein con Michael Winterbottom. Ella, canadiense nacida en 1970, es una de las más críticas analistas de la antiglobalización. Su libro No logo: el poder de las marcas (Paidós, 2002) dejó en entredicho la artera intención de las corporaciones transnacionales: vender estilos de vida y no productos de calidad. Winterbottom (el Reino Unido, 1961) es un cineasta de amplia paleta, capaz de seguir la senda social de Ken Loach en Wonderland (1999) o ejercer de cronista de la movida de Manchester en 24 hour party people (2002), sobre los años de gloria de Factory Records, Joy Division y demás madchesterianos.

¿Qué hacen juntos Naomi y Michael? Acaso lo que deberíamos hacer todos: atar cabos, preguntarnos en dónde nos han metido, por qué lo han hecho y cómo demonios vamos a salir del fango.

Winterbottom presentó en el último Festival de Berlín el documental The shock doctrine, basado en el libro del mismo título que Klein publicó en 2007 para profundizar en el capitalismo del desastre, los desastres del capitalismo y otros desaguisados neoliberales. «Éste es el momento adecuado para hacer la película. La era de la que habla el libro está llegando a su fin», dice un taxativo Winterbottom al ser entrevistado por esta revista. El documental, que todavía no tiene fecha de estreno comercial (y que en España, dado como se las gastan las distribuidoras con los títulos ‘incómodos’, quizá no llegue a sobrepasar el circuito de los DVD), ha sido codirigido por Mat Whitecross, que ya había colaborado con Winterbottom en Camino a Guantánamo (2006), la historia real de tres ingleses de origen pakistaní que pasaron dos años recluidos en el alegal centro penitenciario por estar en Afganistán cuando Estados Unidos invadió el país tras el 11-S.

Whitecross tiene bien claro quién es el enemigo: «Los gobiernos que han aplicado las teorías de Milton Friedman [adalid teórico del libre mercado y Nobel de Economía en 1976] han hecho mucho daño a sus países y ahora es el momento de utilizar eso en su contra». En La doctrina del shock, editado en España por Paidós, Klein pone sobre la mesa, en 600 páginas de lectura amena, una ecuación perturbadora para los seguidores de Friedman: capitalismo es igual a violencia. Y, a partir de ella, una conclusión: la relación entre libre mercado y democracia es pura ficción.

Vende sin venderse

Pocos ensayistas saben comunicarse con su generación como Klein. Elegante, guapa y de sonrisa fácil, hija de padres socialistas estadounidenses que se exiliaron a Canadá para evitar el reclutamiento forzoso durante la guerra de Vietnam, la escritora vende. Lo cual no significa que carezca de rigor intelectual ni que se haya vendido. Pocos personajes públicos pueden presumir como ella de ser entrevistada en la MTV y de que revistas tan sesudas como New Left Review publiquen reseñas positivas de sus libros.

La doctrina del shock concluye que nos vendieron un ciclomotor a precio de MotoGP. El libre mercado, en su estado más puro, dice Klein, es una selva en la que sólo sobreviven los más fuertes. Los humanos no nos chupamos el dedo y lo sabemos, pero en tiempos de crisis o de catástrofes, es decir, cuando estamos en estado de shock, se aprovechan de nuestras bajas defensas e imponen el libre mercado. Así lo aventuró el artero Friedman cuando afirmó: «Sólo una crisis, real o percibida, da lugar a un cambio verdadero».

Los ideólogos del neoliberalismo y las multinacionales, que a menudo son los mismos perros con distintos collares, han aprovechado crisis y desastres para implantar sus políticas y para apropiarse de mercados hasta entonces inaccesibles. ¿Discurso de izquierdista conspiranoico? Al contrario. Klein ofrece ejemplos y los fundamenta. Las respuestas gubernamentales tras el huracán Katrina, que asoló Nueva Orleans en 2005, o el tsunami de un año antes en Sri Lanka y Tailandia estaban movidas por intereses económicos. Las mismas aviesas intenciones anidaban en la gestación y en el sangriento desarrollo de los golpes de Estado de Pinochet en Chile (1973) y de Videla en Argentina (1976) o pueden adivinarse en la guerra de Irak.

«Revista financiera de intercambio espiritual»

Winterbottom no es el primer caso de artista interesado en dejar en evidencia a los estrategas del shock. El cómic Dinero (Ramdom House Mondadori, 2008), de Miguel Brieva (Sevilla, 1974), es demoledor e ineludible. La obra, algunas de cuyas viñetas han sido cedidas por el dibujante para ilustrar esta pieza, es una desopilante enciclopedia de la absurda lógica del capitalismo, presentada como una «revista de poética financiera e intercambio espiritual».

Cuando a Brieva se le pregunta si la risa es un arma contra la dictadura de lo económico, responde: «Es un arma contra toda imposición, dogma o falso pensamiento. La risa que brota de la alegría o del auténtico buen humor, no la risa bobalicona o incluso histérica que emana machaconamente de los medios de masas y que sólo responde espasmódicamente al gag perpetuo y estéril del espectáculo. Y eso no tiene ni maldita la gracia, vaya». El dibujante sevillano también comparte la intuición de que asistimos a los estertores de la bestia. «Paulatinamente, de aquí a unas décadas, será el fin del liberalismo a rajatabla, o cuando menos de su aplicación global actual. Tal vez queden algunos focos que aún se beneficien de él, presumiblemente los países occidentales, mientras el resto del planeta sucumbe en un caos aún mayor que el actual, o en el mejor de los casos en algún otro modelo más igualitario y de menor depredación».

Si para enterarse de qué va la cosa es necesario examinar algo más que el saldo que escupe el cajero automático, hay excelente background. Dos libros son de lectura obligatoria: Breve historia del neoliberalismo (Akal, 2007), del geógrafo inglés David Harvey, y Planeta de ciudades miseria (Foca, 2008), del sociólogo estadounidense Mike Davis, un aterrador estudio sobre el crecimiento descontrolado de las barriadas provocado por las políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

El cine también ha buceado en las aguas pantanosas de la dominación económica y los ardides de sus ejecutores. Syriana (Stephen Gaghan, 2005) es una contundente denuncia de los manejos sucios de la industria petrolera mundial. Enron, los tipos que estafaron a América (Alex Gibney, 2005) analiza en formato documental el hundimiento, en 2001, de la séptima mayor compañía de EE UU tras muchos años practicando lo que la empresa llamó, en un alarde de grosero humor negro, «contabilidad creativa». Fue el mayor escándalo financiero de la historia del país y una advertencia de lo que estaba por venir. Por desgracia, pocos prestaron atención.

La música se ha mostrado tibia con los responsables de la miseria derivada de la aplicación del neoliberalismo salvaje. Parece dominar la complacencia y se echan de menos actitudes guerreras como la de The Clash a finales de los años setenta, en otra época de crisis. Como en una broma pesada hacia el espíritu original del punk, anarquizante y libre de toda dependencia, este estilo se integra ahora en la banda sonora de las pasarelas de moda chic.

Hip-hop somalí

El escaso compromiso hay que buscarlo en el hip-hop. Soy de la zona de riesgo / La más globalizada / Incluso tenemos revólveres importados de Rusia, canta en uno de sus raps K’Naan (Somalia, 1978), criado en uno de los países más peligrosos del mundo y refugiado en EE UU. Aprovechó la presentación de su último disco, Troubadour (2009), para denunciar las verdaderas causas de la piratería somalí: la miseria, los conflictos de un país sumido en el caos y los vertidos tóxicos de las multinacionales occidentales en unas aguas sin ley.

Los neoliberales afirman que éste no es el momento de buscar culpables, sino de arreglar las cosas, y encomiendan la tarea a los mismos que las han estropeado. Los gobiernos inyectan dinero a entidades financieras e hipotecarias cuyos directivos no han dejado de acumular riqueza. Más que nunca es tiempo de cabrearse y pedir cuentas, señala Winterbottom: «Dar dinero a los bancos que han gastado los ahorros de la gente está haciendo que la sociedad se enfade».

Brieva opina que es necesario «aplicar el sentido común que todos arrastramos dentro, lo queramos o no» para que «florezca» un «cambio profundo» que desmonte «algunos mitos que hemos ido asumiendo como ciertos en las últimas décadas y que tal vez no lo sean tanto: ‘crecimiento perpetuo’, ‘no existe otro sistema posible’, ‘el hombre es un lobo para el hombre’ y esas cosas».

En un artículo reciente, Naomi Klein también habla, con ánimo optimista y combativo, de ese cambio con ánimo optimista: «Ha tomado su tiempo, pero, finalmente, desde Islandia hasta Letonia, pasando por Corea del Sur y Grecia, el resto del mundo está llegando al mismo resultado: ¡que se vayan todos!».

Santiago Alba: «Refundar el capitalismo sería como refundar el canibalismo»

Cuando era guionista de Los Electroduendes (sección de La bola de cristal, el recordado y rompedor programa que TVE produjo y emitió entre 1984 y 1988), Santiago Alba Rico tuvo el atrevimiento de subvertir a los muñecos clásicos y «torcerlos» con el propósito de «contar Marx a los niños». Agitador, pensador, escritor y ensayista nacido en Madrid en 1960, residente en Túnez desde 1998, Alba Rico asiste a la crisis convencido de que Europa es un continente «exhausto en todos los sentidos, también culturalmente» y advierte de los peligros del advenimiento de «la barbarie o el neofascismo».

¿Cuáles son las causas profundas de esta crisis?

Todos los analistas serios la explican como una crisis de sobreproducción que se remonta a los años setenta y contra la cual se recurre a la financiarización de la economía como un alivio y, al mismo tiempo, una prolongación de la agonía. Como explican Nacho Álvarez y Bibiana Medialdea, lo que está en crisis no es el capitalismo, que lo estaba ya, sino las medidas que se tomaron para superar su crisis. Es decir, la globalización, la huida hacia delante de un sistema que acelera el proceso-siempre-destituyente en el que consiste y del que depende. La doctrina del shock describe magistralmente esa violencia.

¿Era inevitable la crisis?

Si hubiese podido evitarse, se hubiese evitado, pues se viene anunciando desde hace muchos años. Dentro del capitalismo se han tomado, precisamente, las medidas que había que tomar. Pero dentro del capitalismo esas medidas no podían ni podrán hacer otra cosa que empeorar la situación.

¿Crees que se trata de una crisis coyuntural o que el capitalismo, tal y como lo conocemos, está en peligro?

El capitalismo sólo conoce crisis coyunturales. Las crisis permanentes, lo que llaman normalidad o buena salud, son las que caracterizan las vidas de sus víctimas, cuya situación es siempre aceptable si genera beneficios. No sé si esta crisis anticipa el fin del capitalismo, pero lo que está en peligro es la supervivencia de la humanidad. A fuerza de ignorar los límites, el capitalismo ha chocado con dos límites absolutos: el sufrimiento humano y la finitud de los recursos naturales.

¿Es posible refundar el capitalismo?

¿Es posible refundar el canibalismo? ¿Un canibalismo de rostro humano? Lo que se propone el G-20 es prolongar la existencia del capitalismo, incluso al precio de agravar la crisis energética, ecológica y alimentaria. Esto basta para excluir la refundación del capitalismo: su existencia misma, su necesidad de crecimiento ilimitado, determina que los humanos dependan para sobrevivir de los medios de destrucción de sus condiciones de supervivencia.

¿Pueden cambiar las relaciones humanas?

El modelo consumista se ha impuesto del tal modo que toda disminución en el consumo será vivida como una catástrofe. Nunca ha habido más condiciones objetivas, y menos subjetivas, para una transformación radical. Las sociedades occidentales son sociedades de una hambruna generalizada, y las hambrunas disuelven los lazos de solidaridad. En Europa y EE UU veo más probable la barbarie o el neofascismo que la recuperación de una mínima sensatez antropológica.

¿Cuál es el mayor peligro de esta crisis? ¿Quién puede obtener beneficios?

El mayor peligro es la combinación de insensatez antropológica y armas de destrucción masiva: el retorno a la barbarie con medios de destrucción del siglo XXI. Los que más pueden beneficiarse, como siempre, son las minorías organizadas, ya se trate de multinacionales, mafias o sectas.

¿Qué debería cambiar?

Esa izquierda debería operar un triple cambio: revolucionario en lo económico, reformista en lo político y conservador en lo antropológico. La economía capitalista no admite reformas y debe ser, por tanto, sustituida por un régimen de producción y distribución de bienes y servicios capaz de proporcionar una vida digna a todos los habitantes del planeta. Sólo entonces será posible reformar las instituciones y podremos conservar las condiciones materiales y morales del mundo humano.

Bibliografía y filmografía recomendada

  • La doctrina del shock, Naomi Klein (Paidós, 2007. 24 euros)
  • Dinero, Miguel Brieva (Random House Mondadori, 2008. 19,90 euros)
  • Breve historia del neoliberalismo, David Harvey (Akal, 2007. 25,70 euros)
  • Planeta de ciudades miseria, Mike Davis (Foca, 2008. 19,60 euros)
  • Trobadour, K’Naan (A&M/Octone. 12 euros)
  • Syriana, Stephen Gaghan (Warner Home Video, 2005. 11,95 euros)
  • Enron, los tipos que estafaron a América, Alex Gibney (Filmax, 2005. 12 euros)
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