Un oasis para chavales en la sierra madrileña de lejos de la marginalidad

  • Campamento urbano en Cercedilla para niños de chabolas.
  • Participan 211 chavales "muy activos y participativos".
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Algunos de los niños, en una de las praderas de la sierra.
Algunos de los niños, en una de las praderas de la sierra.
ANTONIO NAVIA
Algunos de los niños, en una de las praderas de la sierra.
Maveli no se separaba de Rocío (una de las monitoras) mientras su grupo (el de los más pequeños) paseaba por el valle de la Fuenfría. Junto a ella, otros
210 chavales de entre 5 y 16 años procedentes de núcleos chabolistas (97 de ellos ya realojados) y familias con problemas inauguraron el miércoles en
campamento urbano organizado por el Instituto de
Realojamiento e Integración Social (IRIS) de la Consejería de Vivienda.

"¡Mira, ésta sí que no pincha!", gritaba feliz Maveli, de 8 años y vecina de San Isidro, preocupada porque sus sandalias no la protegían de las
zarzas, en las que pretendía encontrar moras. "Pero... no es época", le recordaba la 'profe', Rocío. Mucho más aventureros, sus compañeros Óscar y Sara se separaban del grupo para
explorar por su cuenta, provistos de un palo, la retama del arroyo cercano.
"Cuidado con el barro", les advertían los adultos. De regreso a la fila, todos seguían muy atentos las explicaciones de Amaya, la
educadora ambiental, que les mostraba sobre los pinos los primeros líquenes que los críos veían en su vida. "Es como romero", sentenciaba convencida Adela, de 7 años y de Orcasur.

Campamento de premio

No es casualidad que sean estos más de 200 chavales los que en las próximas dos semanas disfruten en la
sierra madrileña de este campamento urbano, por el que sus familias abonarán la
cantidad "simbólica" de ocho euros a la semana, según explicó
Javier Ramírez, director gerente del IRIS. "Es un premio para los chavales por su buen rendimiento durante el curso y su asistencia al colegio", explica Ramírez. Óscar, de 8 años, refrenda sus palabras:  "Yo he sacado buenas notas... ¿Te escribo mi nombre?"

Un premio con el que todos están encantados y que poco a poco les permite
normalizar su rutina. Una cotidianidad que para algunos (los menos) pasa aún por el poblado de las
Mimbreras, Santa Catalina o el Ventorro

(donde regresaron por la noche).

Otros dejaron atrás la miseria del
Salobral hace escasamente dos meses y ya disfrutan de su nueva vida. Pero nada en su
primer día de colonias recordaba las penurias del pasado. "¡A ver quién encuentra primero

una planta con flores amarillas!", animaba Amaya a su grupo. YJorge, Winona, Enrique, Melisa y el resto ponían todo su empeño y manos en la búsqueda.
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