«La gente viene buscando cosas sencillas y que estén bien de precio, sobre todo trajes completos a los que no haya que sumarle ningún complemento», reconoce Emi Albalá, de Gráficas Antón.
Su caso no es el único, en Carnaval también hay esa demanda, tanto, que sus propietarios han decidido adelantarse a las peticiones y han traído mucha diversidad de disfraces que cuestan sólo 15 euros. «Los jóvenes han sido los encargados de acabar con ellos. Además, tenemos rebajas en algunas prendas, cosa que es la primera vez que ofrecemos», afirma su responsable, Patricia Guerra.
A pesar de la crisis, todas las tiendas dedicadas a este sector llevan toda la semana sin parar. «Por las tardes es mucho peor y hay muchos más clientes. Todo el mundo lo deja siempre para el último momento», afirman en ambos establecimientos.
Lo que tiene poca aceptación es que cada uno se confeccione su propio disfraz. «Las telas se venden con más antelación, pero cada vez menos porque económicamente no sale rentable y es mucho más cómodo comprarlo hecho», informa Guerra.
Sobre las tendencias, se lleva lo habitual. Los piratas, los indios, los vaqueros y los egipcios son algunos de los trajes que ya se han agotado aunque siempre tienen suplente. «Hay tanta variedad que es imposible no encontrar uno que guste», concluyen.
Solos o acompañados
A los vallisoletanos les gusta poco disfrazarse, «tienen demasiado sentido del ridículo», reconocen desde Gráficas Antón. A pesar de todo, cuando se animan lo hacen en grupo, en pareja o, por qué no, solos. Los jóvenes se lanzan a disfrazarse en colectivo y buscan cosas sencillas y muy vistosas, mientras que los mayores se visten en pareja y cuidan más sus trajes. Las chicas son las más difíciles de contentar.
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