Extremoduro: ¿Dónde está la luz?

  • La banda de rock cerraba este fin de semana en Madrid la gira de presentación de su último disco, 'La ley innata'.
  • Dos prolongados cortes de sonido y el exceso de lucimiento con las guitarras aguaron una fiesta que por momentos resultó mágica.
El cantante Robe Iniesta (izda.) e Iñaki "Uoho" Antón.
El cantante Robe Iniesta (izda.) e Iñaki "Uoho" Antón.
ALBERTO MARTÍN / EFE
El cantante Robe Iniesta (izda.) e Iñaki "Uoho" Antón.

Doctor Deseo eran los encargados de abrir boca como teloneros de Extremoduro en el concierto que la banda ofreció en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid ayer, como colofón a su gira de presentación de La ley innata (repiten concierto hoy).

Doctor Deseo cumplió, aunque para entonces el Palacio de los Deportes estaba medio vacío. Sus trabajos publicados son interesantes, así que había cierta expectación por verles, pero esas melodías de voz tan graves y esas letras, que exploran el lado más sórdido de la vida, resultan mucho más apropiadas para salas pequeñas.

Y por fin, media hora después de lo indicado, Robe y compañía aparecieron y se metieron directamente al público en el bolsillo con la mítica Deltoya. Después transcurrieron apaciblemente otros hits como Sol de invierno o Golfa, o cosas más rebuscadas como Historias prohibidas, contribuyendo a subir la temperatura.

Es entonces cuando emprendieron la interpretación de un largo fragmento del macro-tema de tres cuartos de hora que conforma su último gran disco, y cuando llegó la apoteosis. Y entonces se hizo evidente por qué son capaces de agotar las localidades dos días seguidos en tan enorme recinto.

La audiencia se vuelca de la misma manera coreando sus recientes composiciones que con las entrañables canciones antiguas. Es decir, Extremoduro se puede permitir repasar todas sus épocas, incluyendo la actual, que el público quedará igualmente feliz. Pocas bandas con tantos años de trayectoria pueden presumir de ello.

Lamentablemente, después de ese punto álgido que fue La ley innata, empezaron a pasar cosas raras: Según tocaban esa preciosidad llamada Buscando una luna, de repente desapareció el sonido de exteriores, por un aparente fallo técnico.

Tras el desconcierto, en pocos minutos retomaron la pieza por donde se habían quedado, como si tal cosa, pero ya no era lo mismo. Curiosamente, en la sección afectada, Robe recita un verso que encajó perfectamente con lo ocurrido: "Que no, que ha sido sólo un momentito de bajada, que aquí no pasa nada".

Pero sí pasó, pues dos temas más tarde nos quedamos sin saber cuánto trozo de Pedrá tocarían, ya que volvió a irse el sonido. Esta vez ni se molestaron en retomar la canción, sino que pasaron directamente a un anunciado descanso, donde alguien se dedicó a machacar nuestros tímpanos con música enlatada a volumen aterrador.

Tras una breve disculpa "en nombre de Robe" reaparecieron, pero veinte minutos después, y con dos apagones a sus espaldas, habiendo provocado por tanto que para gran parte del público se perdiera ya la magia.

La magnífica configuración del repertorio hizo recuperar la confianza a mucha gente, incluso quizá a ellos mismos, porque tocaba escuchar himnos pasados como Amor castúo o Quemando tus recuerdos, o más recientes como Puta, pero otra vez dejaron que la cosa decayera.

El problema lo dieron los excesos instrumentales, que hicieron que acechara el tedio. La banda se empeñaba en alargar temas como Jesucristo García o So payaso con interminables solos de guitarra, y eso les pasó factura.

De hecho, en el tramo final, tras la irreprochable Ama, ama y ensancha el alma, Robe se fue, como suele, del escenario y nos dejó con sus músicos, y con otro innecesario explayamiento guitarrístico sobre Autorretrato. Y hasta otro año.

En definitiva; musicazos, sonido muy potente (cuando había), temas bien elegidos y lo que quieras, pero todo empañado por un par de asuntos tan relevantes que hacen que no quede tan buen sabor de boca como con los Extremoduro de la década pasada. El propio líder anunció que hasta la próxima no volverán a dejarse ver. A ver qué tal entonces...

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