Visiblemente más delgado, aunque sin perder su compostura habitual, traje azul marino, con la chaqueta un tanto holgada debido a la pérdida de peso, y con una voz ronca y algo débil, Azkuna regresó ayer a la vida pública tras mes y medio convaleciente para operarse de su dolencia. “Perdonen que venga sin corbata; no quiero hacerle la competencia a Javier Madrazo, pero he adelgazado y por aquí me cabe cualquier cosa”, reconoció en un tono jovial.

Eligió para su aparición el inicio de los derribos de Zorrozaurre, que darán paso al macroproyecto urbanístico. Y el alcalde Azkuna se dio un pequeño baño de multitudes.

Saludó a los concejales bilbaínos, -faltaban muy pocos-, técnicos municipales y del Gobierno vasco, al consejero de Vivienda y Asuntos Sociales, Javier Madrazo, miembros de la comisión gestora de Zorrozaurre, los presidentes del Puerto de Bilbao y del Parque Tecnológico de Zamudio y, también, a los periodistas.

El recibimiento más enérgico, sin duda, fue el de Julia Madrazo, la teniente de alcalde y concejala de Urbanismo y Medio Ambiente, quien no dudó en hacerle una teatral reverencia al alcalde.

Apoyado en el atril, Azkuna, una vez explicado los pasos que habrá de dar el proyecto para convertir Zorrozaurre en isla y convertirse en el desarrollo urbanístico de Bilbao, se guardó una sorpresa para el final. La zona reservará dos superficies para la construcción de un nuevo museo.

“Habrá que hablar con El Prado o con el Pompidou, lo mismo que hablamos con la Fundación Guggenheim”, explicó, aunque también advirtió de que la propuesta será a un medio o largo plazo, “para que los que vengan después tengan algo de trabajo”.

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