En lugar de fomentar el paseo y la contemplación de una obra de arte, la escultura 303 bloques y una placa dificulta el paso de los peatones, de los carritos de la compra, de los bebés y las sillas de los discapacitados.

Aparte de criticar su valor estético, los vecinos aseguran que la obra de arte ha generado muchas molestias.

Los ladrillos que sobraron de la escultura se quedaron en el lugar durante 15 días y fueron aprovechados en al menos dos ocasiones para que unos individuos intentasen alcanzar los balcones de las casas colindantes para robar.

Afortunadamente, el dueño de un restaurante los ahuyentó. Ahora que los palés se han retirado, los ladrones usan los ladrillos de la escultura para volver a intentarlo.

Otra de sus negativas utilidades es la de urinario público, sobre todo por la noche, por parte de los clientes de una discoteca cercana.

Pero la cosa no queda ahí. Su proximidad a la Explanada lo ha convertido en una atalaya perfecta desde la que los top manta vigilan las idas y venidas de la Policía Local para vender sin que les arresten.

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¿Qué te parecen las obra de arte urbano?

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José María Jiménez.

35 años, camarero. «Yo no lo entiendo. Me parece una tontería. Para eso yo habría puesto mi corral con las gallinas, que por lo menos tiene alguna utilidad. Además, la gente aprovecha el espacio

para mear».

Gracia Román.

32 años, ama de casa. «Me parece horroroso. Se han lucido este año con el arte urbano. Si me explicaran qué es... La única que me gusta es la de la plaza de Calvo Sotelo; por lo menos los niños juegan con ella».

Higinio Corcoba

42 años, hostelero. «Los vecinos lo llamamos el meadero. Si te fijas, hay para niños, para hombres y para mujeres. Es un desastre y peligrosa. Los bloques están sueltos y la gente los cambia y los usa para cualquier cosa ».